Capítulo 29: Estrellita ¿dónde estás?

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—¡Auxilio!—gritamos Alex y yo al unísono, añorando que llegara algún Salvador y se deshiciera de los malos, tal y como lo veíamos en las películas. Cerré mis ojos, esperando que aunque sea en mi mente pudiera ver a dicho salvador, no vi ningún súper héroe, pero si escuché un cuerpo desplomarse en el suelo.

Abrí mis ojos y vi directamente al piso, allí se encontraba el cuerpo dormido de Jessenia, debido a la jeringa que tenía en el brazo. Levanté mi vista, donde presencié el rostro atónito de Martín, todavía sostenía una de las jeringas que sobró.

—¿Qué carajos acaba de pasar?—Alex estaba confundido.

—Callate, o me harás cambiar de opinion—dijo volviendo con su cordura. Metió la jeringa a su bolsillo y fue a quitarle a Alejandro la cuerda de su cuerpo.

—Gracias, viejo—Alex ladeó una sonrisa.

—Si, si, luego me devolvés el favor—fue hacia mi y me quitó las sogas rápidamente—Vámonos—dio un movimiento con su cabeza, señalando la puerta.

—No, primero tenemos que encontrar a Virginia—manifesté—. Dime donde está.

—¿Estás loca?—Martin arrugó el entrecejo—Afuera hay un gran grupo de hombres bien armados, ¿qué crees que va a pasar cuando te vean por ahí?

—Yo iré por ella—anunció Alejandro.

No me convencía del todo la idea, pero sabía que no lo convenceria de lo contrario con un simple «No». Miré a mi alrededor buscando alguna solución, a lo que las cuerdas que Martín nos había sacado cruzaron en mi búsqueda.

—Lo tengo—mi rostro se iluminó.

No era la única que se adentraba a una búsqueda ese día, pues mis amigos y mi padre se dirigían en la patrulla junto a los policías al convento, esperanzados de encontrarnos.

—¿De aquí a dónde?—preguntó el conductor a la única que conocía el camino de memoria.

—A la derecha—indicó Valentina.

—Star, allá vamos—murmuró Olivia mirando hacia arriba.

—Ella estará bien—Ricky acercó su mano a la de Olivia, pero ella se apartó antes de que eso suceda.

—Olé, torero—soltó Max, quien estaba espectanfo. Ricardo le respondió con un golpe en el estómago—. Oye, yo no me llevo así contigo—dio un golpe más fuerte.

—Chavales, calmense o los dejamos en media vía—amenazó mi padre—. Ustedes vinieron por colados, sólo le pedimos a Valentina que nos acompañe.

Los muchachos hicieron silencio tras lo sucedido.

Volviendo a las ansias de volver a ver a mi hermana, había terminado de explicar el plan de escape, así que busqué entre el cuerpo inconsciente de tan temible mujer y la despojé de todas las armas posibles, entre ellas, encontré un juego de llaves, alguna de ellas nos abriría la puerta que encerraba a mi hermana. Seguido a esto les di unas cuantas armas a Alex y me quedé yo con otras, no le di ninguna a Martín, seguía sin confiar en él.

—A veces me asustas, pelirroja—comentó Martín.

—Que bueno—tomé las sogas del piso y di un nudo flojo en las manos de Alex. Seguido a esto hice lo mismo con mis manos, ayudándome con los dientes.

—¿Por qué no me pediste que lo hiciera yo?—preguntó Martín.

—Tú juicio no es de fiar—respondí sin algún problema—. Vamos—avancé y ellos me siguieron.

¿Odiarte? ¡Imposible! [#2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora