Capítulo 17: Miedo a la muerte

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—¿Qué estás diciendo?—mi padre bajó del vehículo.

—Me dijo que fuera a recogerla del centro comercial y eso hice, estábamos caminando a la fiesta de Luciana porque está cerca de aquí, pero entonces una camioneta con vidrios negros se la llevó—explicó el niño sin parar de llorar.

—Todo esto es tu culpa—oprimía mis puños, tratando de no deshatar mi ira con el adolescente.

A ese muchacho le esperaba un interrogatorio con la policía y ya que mencioné las preguntas, Valentina era quien formulaba unas cuantas para Olivia.

—¿Por qué hiciste eso? ¿Sabías que era él en realidad? ¿Qué sentiste cuando te besó?

—Ya te dije que no sabía que era él—aclaró Liv.

—No respondiste todas las preguntas—Vale lanzó una sonrisa perversa.

Olivia se lo pensó un segundo.

—Claro que no sentí nada, eso y escuchar su voz me hizo darme cuenta que era Ricardo y no Antonio—respondió sin lograr convencer a la morena—. Tengo que volver a mi casa porque... Porque ya se hace tarde—evadió y salió de la habitación.

—Liv, no te vayas—Valentina la siguió.

—Lo siento, es que mi madre me dio poco tiempo—excusó—. Nos vemos—dijo saliendo por la puerta.

—¿Qué fue lo que le dijiste?—preguntó Max.

—No fue algo que yo haya dicho—levantó los brazos en señal de inocencia.

Cuando mi madre se enteró del incidente con Virginia casi desmenuza a mi padre para hecharlo a hervir en una olla como si se tratará de preparar una patasca. Eso no evitaba que la escuchara llorar de impotencia cada noche, la policía nos prometió encontrar a mi hermana, pero ya habían pasado varias semanas y aún nada, era desesperante; mi mayor miedo se había cumplido, se habían llevado a una de mis hermanas y yo no pude evitarlo.

De no haberme distraído con tratar de ayudar a Alejandro en algo que al final no conseguí, todo esto no hubiera pasado para empezar, no debí bajar la guardia.

Mis padres se sentían igual que yo de alguna manera, por lo que nos mantenían a todos vigilados, si mi padre no se encontraba en el país por estar organizando su empresa en España entonces mandaba a sus escoltas para cuidarme, mientras que mi madre monitoreaba todos mis movimientos gracias a testimonios de mis profesores. No había visto a Alejandro desde hace un buen tiempo, ni siquiera podía hablar con él a través de Sofía, pues a Alex no le quedó de otra que llevar a su prima de vuelta a La Paz, él sabía en la situación en la que estabamos las señoritas, habían secuestros masivos y Alex no soportaria una pérdida más.

Claro que antes de eso, él y su prima lograron ir nuevamente al convento, esperando que René estuviera ahí, más se había ido para siempre. Todo esto lo supe gracias a Max, quien a veces se comunicaba con Alex.

Creí que ese sería mi único medio de comunicación, pero una mañana como cualquiera me di cuenta que no sería así.

Entraba a la escuela mientras tomaba un jugo de frutas que mi madre me había dado para el camino, ya estaba por las últimas gotas, así que tiré el envase lo más cerca que estuvo del basurero. No hice el mínimo esfuerzo por que cayera directamente al bote, ya no me importaba nada.

—Mi lady, le ruego que ponga su basura al bote—dijo una voz a mis espaldas, misma que creí que no volvería a escuchar más.

Con una sonrisa que cubría la mitad de mi rostro giré a ver de quien se trataba. En efecto, era la persona que yo esperaba, sólo que esta vez tenía un uniforme de conserje.

¿Odiarte? ¡Imposible! [#2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora