Había algo en Sylas Gautier que a Poppy le desagradaba, y nunca había sido propensa a demostrar poca gratitud hacia una persona. Miraba a Nazareth como si fuera un lobo feroz. Cuando se lo contó a ella, Naza comentó que su cariño por Charlie le había jugado una mala pasada. Pudiera ser, pensó, que sí había algo de ello; no le agradó ver la familiaridad con la que se hablaban, ni con la que él aprovechaba cualquier oportunidad para tocarle los hombros, las manos o el mentón.
Pasó otra carta y otra y otra hasta dar con una que databa del siglo XVII. El tercer conde de Argyle le escribía a Eduardo III de Inglaterra, pidiéndole permiso para arrendar unas tierras contiguas a unas antiguas parientas... Con un sobresalto, se puso de pie y fue hasta el escritorio en el que se hallaba sentada Nazareth, traduciendo —al menos intentándolo— el diccionario de Alex.
Tras unos segundos esperando, vio que levantaba la mirada.
—Esto podría significar algo —le explicó, mientras le enseñaba la carta. Naza se ajustó las gafas al puente de la nariz y comenzó a leerla—. No sé cuándo mi familia se mudó a las inmediaciones de Argyle, pero creo que tuvo que ver con la quema de ese siglo. Durante el reinado de Eduardo III. Es ese.
—¿Por qué si odiaban a las brujas y participaron de sus quemas, se molestaría uno de los duques en donar un acre a tu familia?
Poppy se mordió un labio. Casi podía leer lo que Naza iba a pedirle.
—No tengo idea. Y mi abuela no era afín de los diarios.
Nazareth alzó las cejas, con una sonrisa esbozada.
—Quizás si te comunicaras con Dune...
—Eh, no, puede que sea muy tarde en Bath y yo no... No querría molestarle.
—Son solo cinco horas de diferencia —replicó la otra, mirando su reloj de pulsera—. Deben de ser las diez menos cuarto. Tampoco creo que se haya dormido ya.
Ruborizándose, la pelirroja se llevó un dedo a la punta de la nariz y analizó bien sus posibilidades. Cada vez que intentaba explicar a Naza por qué su reticencia a hablar nada con Duncan Swift. No le había contado todavía la pequeña y breve aventura en la casa ancestral del ducado; principalmente, porque estaba avergonzada, y en segundo lugar, porque Nazareth tampoco podía tocar el tema de Charlie y esa aventura involucraba a Charlie y ese carácter que no le había visto... nunca.
Poppy tenía miedo de que aquello significara un pretexto más para Nazareth... Si se enteraba de la actitud de Charlie en ese viaje, tendría un objeto más para negarse a responderle ninguna llamada o mensaje electrónico.
—Dune estaba en Londres cuando vine —confesó, nerviosa—. Me dijo que daría unas conferencias.
—Pero en algún momento tendrá que ir al hotel...
—Ah, es que tiene un departamento. Nazareth, respecto a Sylas...
—Estamos hablando de ti —atajó ella—. No me malinterpretes, Poppy, pero creo que me estás ocultando algo.
Cerró un instante los ojos.
—¿Te molestaría escuchar un relato en el que Charlie tiene mucho que ver?
Nazareth se apoyó en su silla reclinable. En seguida, se quitó los lentes, los dejó en la mesa de estudio y se giró para mirarla. Se había cruzado de brazos, mirándola llena de esa curiosidad de la que echaba mano en su presencia. Se mostraba serena y estudiosa respecto a lo que Poppy le había pedido, pero no la engañaba. No podía concentrarse, y el demonio que rondaba lejos quería chuparle la energía.
ESTÁS LEYENDO
Hombres Oscuros
HorrorEl padre de Nazareth ha desaparecido; para encontrarlo, debe seguir una serie de instrucciones que, al parecer, tienen mucho que ver con el oscurantismo. Tras intentar hallarlo por su cuenta, decide acudir al nombre que reza la primera instrucción:...