CAPÍTULO 30: ¿MAGIA NEGRA?

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Un dolor agudo bajo mi garganta me hizo abrir los ojos. El aire entró a mis pulmones ya no por mi nariz o mi boca. Simplemente entraba y eso era bueno. Nuevas fuerzas llegaron a mí. 


—Va bien Edward ¡Sal de aquí!— gritó Carlisle.

— ¿Qué pasó? ¿Qué le hiciste? ¡Está bañada en sangre!— Edward no podía ocultar su desesperación. Quise hablarle pero no pude.

—Tranquila Bella, tranquila, no hagas esfuerzo— me indicó mi suegro médico mientras que sentía pequeños jalones en mi cuello. Él y otra persona me limpiaban.

— ¿Qué pasó?— Edward seguí fuera de control.

—No podía respirar, tuve que hacerle una traqueotomía, la infección le cerró la garganta— traté de relajarme y no moverme. Por eso sentí que todo volvía a la normalidad aunque el aire no pasaba por mi nariz ni mi boca.

Sentí nuevos brazos y fui subida a la cama. Nuevamente fui conectada a los aparatos y para mi mala fortuna, me ataron a la cama. Unas gruesas correas pasaron debajo de mi busto. ¿Me estaban atando como a alguien que había perdido la razón? Moví un brazo en señal de protesta.

—Calma Bella, es sólo para que no te muevas, el tubo podría salirse de su lugar y te asfixiarías— dijo Carlisle. Dejé de protestar. Al menos no me creía demente, era sólo para mi protección.

Me sentí tan impotente, tan vulnerable. Si James llegaba en cualquier momento lo tendría muy fácil. Yo no podría oponer ninguna resistencia.

Carlisle volvió a insistir en que Edward saliera. Cerré los ojos para no mirar nada más y dejar que los médicos hagan su trabajo. Sin querer me quedé dormida.

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Desperté, no sé si era de día o de noche. La lámpara a mi lado estaba encendida, no había nadie cerca de mí. Traté de moverme un poco, me dolía la espalda baja, las piernas, los brazos. Debí estar dormida mucho tiempo sin cambiar de posición.

Escuchaba ruidos en el pasillo, agudicé el oído pero apenas pude percibir que hablaban de mí, uno de ellos era Carlisle. La otra voz masculina no la pude identificar.

Esperé por mucho tiempo, o tal vez fue poco, para mí se hizo eterno. Traté de hablar y no pude. Sólo salían sonidos, no palabras y me faltaba el aire cada vez que trataba de decir algo.

Dejé de intentarlo, no tenía otra opción que esperar, no podía llamar a la enfermera, estaba atada a la cama, no podía hablar. Maldición no podía hacer nada de nada.

Un sentimiento de soledad se apoderó de mí. Sí, estaba sola, enferma, debía ser un estorbo, incluso para Edward. Y no quería eso, lo amaba mucho para permitir que perdiera valiosos años de su vida cuidando a una inútil. Si mi enfermedad seguía progresando lo alejaría de mí. Sería muy egoísta de mi parte dejar que él se ate a alguien que no puede valerse por sí misma.

¡Rayos! Mis lágrimas cayeron, me picaban los ojos y no podía limpiarme. Mis manos también estaban atadas a los bordes de la cama.

Alguien entró, quise ver pero apenas oía las pisadas. No eran fuertes, debía ser una mujer, a lo mejor una de las enfermeras o una doctora. Escuché el tintineo de metal, vidrio, plástico y demás cosas. Pero no podía verla por más esfuerzo que hacía, no estaba en mi campo visual.

Pronto apareció, era una señora, vestida de celeste, traía medicamentos, y algunos objetos de metal parecidos a escalpelos y pinzas. Un frío me recorrió el cuerpo. ¿Qué me iban a hacer?

No pasaron muchos minutos y aparecieron Carlisle y dos médicos más, sus semblantes no eran buenos. Parecía que me darían la inyección letal.

—Bella, vamos a hacerte una cirugía, el suero no es suficiente para ti, ya llevas un día sin recibir alimentos. Es un proceso sencillo, te vamos a sedar. Conectaremos esto directamente a tu estómago— me mostró una sonda, un largo tubo con una bolsa. Verlo me dio asco. –Con esto podremos alimentarte y vas a ponerte bien ¿Me entendiste?— parpadeé para mostrarle que a pesar de estar atada, y no poder hablar le entendía todo lo que decía. –Bien, te pondré anestesia, dormirás un rato. La enfermera te limpiará la zona donde haremos un pequeño corte para ingresar la sonda— seguía hablando mientras con una jeringa introducía la anestesia en la vía endovenosa a la que yo estaba conectada.

Quería llorar pero más fuerte. Me iban a cortar e introducirme esa cosa para poder meter alimento en mi cuerpo. No sonaba bien. No se veía bien. Solo rogaba porque tuvieran éxito y me recupere pronto para no parecer un cadáver ambulante.

Poco a poco fui quedándome dormida, primero me sentí aletargada, luego cansada. Las imágenes eran borrosas pero pude darme cuenta que me sacaron de la habitación y me llevaron a un lugar dónde unas fuertes luces me cegaron.

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Desperté atontada, apenas podía enfocar lo que tenía delante. Sentía que la cabeza me iba a explotar. Poco a poco todo se hizo más claro y recordé cada cosa que me había ocurrido, desde que me agravé en el centro comercial hasta llegar aquí. Bajé mi vista, seguía conectada a un respirador y en mi vientre pude sentir la sonda. No tuve la menos intensión de ver debajo de la cobija. Mis brazos ya no estaban atados pero ni así me atreví.

Giré mi cabeza a la derecha y la imagen más hermosa que podía contemplar estaba allí. En un gran sofá que no parecía muy cómodo dormía Edward. Los ojos se me llenaron de lágrimas, suspiré o eso al menos traté de hacer pero el aire no llegó a salir por mi boca. Y mi corazón se aceleró, una de las máquinas de alocó y emitió un insistente ruido agudo.

De inmediato los ojos verdes que tanto me gustaban, se abrieron de par en par. En menos de dos segundos tenía a Edward mirándome muy asustado.

—Amor ¿Estás bien?— preguntó. Me miraba desesperado. Traté de sonreírle pero los músculos de mi rostro no me respondían bien. Hice un nuevo intento y él se calmó. –No hables, papá dice que todavía no debes hacerlo. Pestañea una vez para decir si y dos para decir no— me sonrió. Pestañeé una vez para que comprendiera que le entendía y que estaba de acuerdo con él.

—Sé que debes estar algo aturdida, han pasado tres días desde que te trajeron aquí. Tu amigo Black vino a verte ayer, Jenks también, llegó esta mañana, quiso explicarme algo que no le entendí, James está muerto. Eso es todo lo que debe importarnos— abrí los ojos desmesuradamente.

Jacob tenía la prueba que le pedí y Jenks la verdad de todo y yo aquí sin saber. ¿James muerto? Entonces… ¿El problema estaba resuelto?

Parpadeé varias veces, no sabía el modo de decirle que quería ver a Jacob y a Jenks, el que pudiera llegar primero.

—Tranquila. Tengo aquí algo que nos servirá— fue hasta un maletín que tenía junto al sofá y extrajo de allí un gran cuaderno y un bolígrafo. Me alegraba que el amor de mi vida sea también alguien inteligente. Si me hubiese enamorado de un tonto sería más difícil. Casi echo a reír al imaginarme eso.

—Escribe pero lentamente, no quiero que te desconectes a la vía o al cardiómetro— me alcanzó lo que tenía en sus manos.

Traté de no apurarme. Tomé el bolígrafo y lo llevé al papel.

¿Qué sería bueno decir primero? Se me ocurrió algo bueno.

“Hola, te amo” fue lo primero que escribí. Se formó una hermosa sonrisa en el rostro del hombre que tanto amaba. Eso me hizo muy feliz. Pero el maldito pitillo de la máquina se escuchó por toda la habitación.

—Yo también te amo, he esperado dos días a que despertaras, no sabes cuánto te he extrañado— se acercó y depositó un casto beso en mi frente. Al diablo la maquinita esa que seguía repiqueteando.

Después que se alejó un poco y pude poner a funcionar nuevamente mi cerebro tomé el bolígrafo nuevamente y escribí: “Gracias por todo. ¿Cómo está Alice?”

—Ella está bien, ha venido varias veces, mi madre también. Rosalie ha estado preocupada, ella y Emmett no pueden venir porque están… haciendo un trabajo— quise reír. Ese trabajo era vivir en una casa de cristal en plena avenida. Eso me gustaría verlo.

Pero ahora lo más importante.
“Quiero ver la Jacob” escribí. Edward respiró profundamente, sabía que le molestaba leer eso. “Es importante” volví a escribir.

—Le llamaré aunque es probable que ande rondando por aquí, ayer vino tres veces— dijo con poco entusiasmo.

“Y también quiero ver a Jenks” escribí. Edward hizo un gesto de desagrado.

—Creo que Jenks no está en sus cabales.

No quiso explicar más, eso sólo causó que mi curiosidad aumentara. ¿Qué le había dicho Jenks que le parecía extraño?

“¿Por qué?” pregunté.

—Llegó con un aspecto aterrador, traía su portafolio sucio y roto. Al no poder hablar contigo buscó a papá. No sé qué cosas extrañas le dijo, ahora Carlisle piensa que el investigador perdió la razón— ¿Sería que descubrió algo importante? Mil dudas asaltaban mis pensamientos. Tal vez él mismo mató a James. No, eso no podía ser, debía hablar con Jenks primero.

“¡Llama a Jenks por favor!” le escribí.

—Bella. Tal vez no sea lo mejor, estás recuperándote…— pero lo interrumpí poniéndole el cuaderno cerca de sus ojos. Él sólo asintió con la cabeza y sacó su celular.

— ¿Jenks? Si, ella ha despertado… no. Venga cuanto antes pero por favor, sea serio— cortó la comunicación, se veía claramente fastidiado.

“¿Qué pasa?” le escribí.

—Ese hombre está trastornado. Dice que estás en peligro, balbucea y repite cosas incoherentes— se llevó las manos a su cabello, clara señal que estaba molesto.

Volvió a sacar el celular, lo miré con curiosidad.

—Black, Bella quiere verte— apenas terminó de hablar cerró el aparato como si quisiera alejar la voz de Jake lo más rápido posible.

Le sonreí para reconfortarlo, sabía lo que le costaba hacer eso y lo hacía por mí.

—Voy a avisarle a Carlisle, debe examinarte y ver que empiecen a darte alimento— lo detuve antes que se alejara más de mí. –Tranquila amor, llamaré a la enfermera para que te haga compañía, no tardo.

Tocó el timbre de llamado y apenas llegó alguien a hacerme compañía él salió.

Otra vez me quedé triste, traté de sonreírle a la enfermera pero no pude. Ella se limitó a hacer su trabajo, tomó mis funciones vitales, anotaba todo con rapidez. Apenas terminó ya los médicos estaban conmigo. Carlisle a la cabeza.

— ¿Te sientes mejor Bella?— me dijo con una sonrisa. Asentí y los médicos anotaron. — ¿Te duele la garganta o el abdomen?— negué con la cabeza, a decir verdad el tubo en mi garganta apenas molestaba y la herida en mi abdomen no había querido ni verla.

—Bien, después de tu limpieza habitual, alguien vendrá a alimentarte. Pero entre una y otra creo que puedes recibir al joven que tantas veces ha venido a verte— le sonreí. Jacob estaba aquí, ojalá traiga alguna prueba de la culpabilidad de Tanya.

Esperé estoicamente a que me asearan, desinfectaran mis heridas y cambiaran mis apósitos. Esto último me revolvió el estómago.

Media hora después Jacob entró, seguido por Edward. No sabía de qué modo decirle a mi amorcito que necesitaba hablar con mi amigo a solas.

— ¡Ey Bella! Se te ve mejor— sonrió mi amigo.

“Gracias” le escribí.

—Y no lo digo para hacerte sentir bien, es la verdad— sacó de entre sus ropas un pequeño libro.

Lo miré con tanta curiosidad que soltó una carcajada que se oyó como un hipo.

—Lo que pediste, no pude conseguir nada mejor, tienes que leerlo— se acercó para alcanzármelo, me di cuenta al tenerlo en mis manos que era un cuaderno y no un libro como pensé al principio. Lo miré confusa.

Él susurró “es su diario”.

¡No podía creerlo! Jake lo había conseguido. Aquí debía haber algo que la haga caer. Estaba segura que encontraría las pruebas que necesitaba.

— ¿Qué es eso?— preguntó Edward acercándose.

—Es un libro Cullen ¿No puedo darle un libro a Bella?— otra vez esa entonación despreocupada que tanto irritaba a mi novio.

—Me hubieras dicho que querías leer Bella, con gusto te compraba el libro— se sintió ofendido. Lástima que no podía decirle la verdad al menos hasta que ubique en donde Tanya decía algo sobre matarme.

—No creo que consigas esto en ninguna librería—se burlo Jake. Edward sofocó un bufido. Esto no pintaba bien, era como encerrar a un león y un lobo en la misma habitación y yo una simple ovejita en medio.

“¿Sabes algo de Jenks?” le escribí a Edward que estaba algo alejado.

—Sí, hace un rato me llamó, venía en camino. Voy a ver si llegó— aprovechó esa excusa y salió.

—Uy, si sigue así va a terminar volviéndose viejo pronto— bromeó Jake. Le puse tan mala cara que se le congelé la sonrisa.

—Carambas, uno no puede bromear— se hizo el ofendido. Apenas y lo escuché. Mis dedos rápidamente abrían aquel cuadernito. Casi suelto una carcajada al leer en una de las primeras hojas: “Mi primera vez haciendo trío, Félix y Demetri la tienen enorme”. Pero no estaba para buscar chismes de la vida sexual de la rubia tonta esa.

Seguí buscando, con este cuaderno podría demandarla fácilmente, casi a la mitad de la libreta había una frase bien clara. “Yo no tuve mucho que ver con la pierna rota de Gianna, los borrachos sufren accidentes todo el tiempo. Sobre todo cuando se meten conmigo”.

Recordé el accidente de Esme, Tanya tenía la costumbre de lastimar a las personas cuando quería algo, esto era una prueba.

—Lee lo que dice la última hoja Bella, estoy seguro que te va a interesar— susurró Jake. Hice lo que dijo y me apuré.

“Pronto, falta muy poco. Ya casi está hecho. Edward no tiene otra opción que quedarse conmigo, siempre fue así, hasta que apareció ella y nos separó” miré a Jake con los ojos muy abiertos.

—Y hay más, no tengo dudas, Tanya contrató a James a través de Jessica, por allí lo dice. Lo que no tengo en claro es porqué no te ha hecho nada si en todas partes dice que el trabajo va bien— me mostró unas páginas anteriores.

“El trabajo va muy adelantado, James es eficaz, valieron los cinco mil dólares que tomé prestados de mi hermoso Edward. Si él supiera que con su dinero va a desaparecer la cucaracha” más abajo había una anotación.

“Presioné y presioné para que me dijera dónde estaba la muñeca y el muy idiota sólo me dio datos falsos, me voy a encargar de sacarle la verdad” esta parte no la entendí. ¿Tanya comprando muñecas? ¿A su edad? Pero lo que más llamó mi atención estaba al final de la página. “Jessica en off, pobre golfa barata, amenazarme a mí con delatarme. Nunca la encontrarán en ese foso”. Le señalé a Jacob la línea donde aparecía eso.

—Yo sé dónde queda, detrás de la casa de los Cullen hay un pequeño bosque, allí hay un foso en dónde nos encontramos un par de veces— me corazón latió a prisa, mi garganta dolió, no sabía por qué. Me llevé las manos al cuello, quería quitarme ese maldito respirador. La máquina sonaba con esos pitillos ensordecedores.

— ¿Bella? ¿Bella? ¡Ayuda!— gritó Jake. Tomé la manga de su camisa para hacerle señas que no llamara a nadie. Necesitaba hacer algo para probar que Tanya había matado a Jessica, que contrató a James para matarme a mí y que le robó a Edward mucho dinero.

•”No” le dije a Jake con la cabeza, le rogué con los ojos.

—Bella, estás mal— él parecía muy alarmado.

Tomé mi libreta y escribí. “Por favor. Por favor”

—Está bien, ya la condenada máquina paró pero si vuelves a agitarte así me llevo esa libreta— amenazó.

La puerta se abrió, era Edward.

— ¿Oí gritos?— entró apresuradamente.

—No, sólo me reí muy fuerte— mintió Jake.

—Esto es un hospital no un burdel— le reclamó mi novio.

No me había dado cuenta que detrás de Edward entró Jenks.

—Señorita Isabella, necesito hablarle— dijo acercándose a mí.

—Jenks, le dije que espere fuera— ordenó Edward.

—Es importante señorita, he vivido unos días terribles, usted tiene que saber— tocó una de mis cobijas.

—Perdón cariño— Edward tomó a Jenks de sus ropas, sin mucho esfuerzo lo alejó de mi, estaba decidido a sacarlo de la habitación pero algo me decía que Jenks había descubierto importantes cosas.

— ¡No!— grité. Mi voz salió como si fuera un gruñido. Edward se volteó a verme y olvidó a Jenks. –No, no— moví mis manos para impedir que el investigador se fuera.

—Amor, Bella. Escúchame. Este hombre ha enloquecido, dice muchas cosas incoherentes, habla de magia, de muertes. Voy a llamar seguridad. Confía en mí— me rogó pero yo seguía negando con la cabeza. Alargué mi mano para llamar a Jenks, el corrió hacia mi cama.

—No miento señorita Bella, no miento. Y no estoy loco, solo muy nervioso. Es magia negra lo que usted tiene, estoy seguro. Lo que la está matando es Vudú— me alcanzó un grueso sobre que sacó de su portafolios.

No podía creer lo que oía. ¿Magia negra? Esas cosas no existen. ¿O sí?

El Conserje -Terminado-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora