CAPÍTULO 20: EMPEZANDO NUEVAMENTE

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Seis meses después…

El tiempo no se detiene, sigue su curso imparable. ¡Tan rápido cuando eres feliz! Pero lento y tortuoso para los que, como yo, viven recordando.

Sabía que Mike trataría de seguirme, por eso no volví a la vieja casita de papá. Si quería desaparecer debía hacerlo bien. Aún me quedaba en el mundo, un familiar. Alguien que nunca conocí porque Charlie no hablaba de él.

El abuelo.

Tenía el mismo nombre que papá pero lo había abandonado de pequeño, por eso mi padre jamás lo buscó. Vivía en un remoto pueblito, en la península de Olimpia.

Forks no ayudaba mucho a mejorar el estado de ánimo de nadie, era un lugar triste, solitario y gris. Los primeros días aquí pensé que no podría soportarlo, pero mal que bien, he ido mejorando. Todavía me duele mucho pensar en Edward pero poco a poco vuelvo a ser la Bella de antes. Esas heridas demoran en cerrar, tal vez nunca sanen completamente.

Ahora tenía un trabajo, una nueva vida, algunos amigos y la compañía del abuelo Charlie quien no me recibió con los brazos abiertos pero dejó que me quedara con él. Es algo esquivo y tan callado como lo era mi padre. Y a pesar de eso puedo sentir que ya me quiere.

— ¡Bella! Teléfono— gritó desde el recibidor.

— ¿Quien es Charlie?— pregunté, él no quería que le llamara abuelo.

—Riley Bears— bajé los escalones rápidamente. Era mi jefe, el concejal del distrito. Y también mi amigo. Fue el único que contrató mis servicios sin ponerme en una planilla electrónica. Algo le conté de mi pasado y él me ayudó a esquivar el sistema.

—Hola Riley ¿Qué pasa?— yo estaba a cargo de supervisar la remodelación del boulevard de Forks. Aunque no era mi rubro los exteriores, necesitaba trabajar y eso fue lo único que podía hacer en este pueblo.

—Bella, tienes que venir, el ingeniero no entiende la modificación de la zona de patinetas— pidió. Era algo que se me había ocurrido hace poco, me di cuenta que en Forks el deporte que más practicaban los jóvenes al aire libre era la patineta y decidí hacer todo un pequeño completo para que lo practicaran libre de riesgos.

—Salgo para allá en este instante— tomé mi chaqueta y las llaves de mi vieja camioneta. Fue el regalo de Charlie en mi cumpleaños. Un monovolumen de los años 50, del siglo pasado. Pero para las cortas distancias del lugar, estaba bien. –Charlie, regreso en la tarde— le grité y me apuré en llegar antes que la constructora se equivocara en algo.

En el camino llamé a Bree, era una estudiante de arquitectura que me ayudaba.

—Ey Bella, ya casi llego, Riley también me llamó— su voz era el de una adolescente a pesar que pasaba los veinte años.

—Perfecto ¿Llevas los planos verdad?— le hice recordar.

—Desde luego jefa— soltó una carcajada parecida a la de un niño y colgó.

Me sentía tan bien ahora. Hace tres meses me llevé el susto de mi vida. Me di cuenta que el periodo se me había suspendido. Sufrí mucho pensando que podía estar embarazada. ¿Cómo podría traer al mundo a un bebé sola? No sería justo, todos los niños merecen venir a un hogar que los espera, con un papá y una mamá. Afortunadamente el examen de sangre me indicó que tenía una anemia severa. Me dieron un régimen alimenticio con más carbohidratos y me recuperé. Charlie insistía en que comiera bien, decía que estaba muy delgada.

Era fácil vivir con el abuelo. Él estaba jubilado  se dedicaba a repartir la correspondencia en el pueblo, a pescar y a mirar la televisión. No me preguntó de qué huía, sólo me aceptó sin preguntas. Eso era bueno, así no me preguntaba nada que no le pudiera responder y no quería más mentiras en mi vida.

El Conserje -Terminado-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora