Ash VIII: Poder

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Capítulo VIII

«PoV ASH»

~Poder~

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Aunque para mi mamá y para Misty, convertirme en Hombre G-Pokémon, fue una tortura; para mí, fue muy especial.

No solo por la cantidad de Pokémon que rescaté, o de personas que he enviado a prisión, sino porque me he encontrado conmigo mismo.

En la más desolada isla, o en lo profundo de un bosque. Solo yo, en compañía de mis Pokémon, fue toda una experiencia maravillosa, así también como me sirvió para darme cuenta el valor de ciertas personas en mi vida. Sobre todo, la de ella.

Sonreí para mí mismo, recordando la escena en la terraza donde esa pelirroja que me vuelve loco, había aceptado que era mi pareja, quizás no formalmente, pero así la veía y eso era lo que importaba ahora, ¿no?

Toqué la puerta que me separaba de la oficina de mi jefe, y esperé por el pase. Cuando ingresé, se me acercó rápidamente, aún me costaba aceptar que había algo de mi vida que no sabía, pero volviendo al inicio de mis pensamientos. Ser Hombre G-Pokémon, definitivamente le ha dado otro sentido a mi vida.

—¿Y la líder de gimnasio? —me preguntó, buscándola con la mirada.

—¿Misty? —tras su afirmación, señalé la puerta— Dijo que iría a recorrer la meseta Añil, mientras.

—Oh, espérame —se acercó a su escritorio, tomó el teléfono y le comentó algo a su secretaria antes de colgar—. Bien, toma asiento —me dijo señalando el sillón—. Ash, verás... —se auto interrumpió levantando la mano derecha— Espera, y Misty anda a pie, ¿llegaron aquí caminando?

—No, en moto —respondí moviendo los hombros como si no fuera muy importante, pero la cara de mi jefe se transformó en una cosa muy rara. Volvió a su escritorio, tomó el teléfono una vez más y volvió a darle indicaciones a su secretaria. Por lo que entendí, mandó a Misty a un lugar, y se aseguraría que la llevaran hasta el destino.

—Ya... —dijo cuando se sentó frente a mí.

—Disculpé, pero, ¿está preocupado por Misty? —le pregunté, él solo fingió toser, acomodándose la voz, pero no respondió—. No debería —le dije, moviendo mi mano derecha frente a mí—. Hay que preocuparse de la gente que se le cruce en el camino —comenté, apoyándome contra el respaldo del sillón—, no de ella.

—Me imagino —respondió sonriendo, junto las manos frente a él y las separó como si afirmara con ellas—, pero de esta forma, podemos hablar tranquilos y no preocuparnos de lo que pueda hacer.

No dije nada más con respecto a ese tema, simplemente lo miré, lo observé detenidamente tratando de encontrar aquel parecido que viene con los lazos de familia. Eran tan claros, que incluso me daba miedo... ¡Pero no! Tenía que enfrentarlo, tenía que saber que es del resto de mi familia.

—¿Tengo más familia aparte de usted? —inicié mi interrogatorio con la que consideré, era la pregunta más importante. Saber que no solo éramos mi mamá y yo.

—Lamentablemente, no —respondió. No puedo negar que eso me desilusionó un poco—. Vienes de padres con familias de hijos únicos. Por ende, no hay cosas como tíos o primos en nuestras familias.

—Ya veo —comenté con una mueca en los labios—. ¿Y qué hay de mi abuela? ¿De la mamá de mi papá?

—Tu abuela falleció hace unos años —lo vi cerrar los ojos con pesar, como si la muerte de mi abuela le dolía al día de hoy. Se levantó y se paró en el ventanal una vez más—, por pura y exclusiva negligencia de ella.

Bajo el Mismo TechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora