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En la penumbra de la sala de Casa Uno aguardaban ensimismados Alicia, Cheshire —su compañero de negocios sonriente— y el señor Tomas Conejo. La oscuridad fuera de las paredes que los reguardaban era impenetrable, esa noche la luna había decidido abandonarlos mientras la lluvia derramaba su furia sobre Larem; solo los relámpagos le daban algo de ayuda a la pobre luz de las lámparas de aceite, pero se lo cobrabran con creces a los sensibles nervios del señor Conejo creando sombras abstractas en las paredes.

Justo entonces otro trueno reclamó atención.

—M-me-me voy —dijo Conejo luego de dar un respingo—. Es tarde ya para hacer la cena.

—Ya usted es como mi familia, señor Conejo, puede quedarse un rato más.

Alicia le sonrió sin ganas, a los demás les parecía que la joven pasaba más tiempo en su mundo de pesadilla que anclada al que compartía con los otros inquiilinos.

—No, no, no. Me voy, me voy, es tarde ya. Si no me marcho la señora Reina me cortará la cabeza.

Alicia le concedió el permiso para retirarse y él lo hizo sin más formalidades. Cuando fue tragado por la espesa oscuridad del pasillo, Cheshire aprovechó la privacidad para tocar esos temas delicados que no podría expresar en su presencia.

No era un misterio para nadie que el joven y encantador Cheshire, de la radiante sonrisa y los ojos felinos, sentía una profunda fascinación por Alicia. Su rostro no expresaba otra cosa que una plena preocupación por ella como profesor que ve a un alumno bajar el rendimiento académico y quizá de una forma un poco más personal. Sin embargo, Alicia siempre había sido evasiva, cortante y nunca dejó crecer esa fantasía de que habría algo más que una relación laboral. Lo que el resto de las personas no entendían era la razón de hacerlo vivir con ella cuando su posición de distancia entre ambos era tan firme, y él tenía pareja; aunque nadie en lo absoluto se creía el papel de devoción que representaba cuando su esposa estaba cerca.

—¿Te encuentras...?

—Creo que alguien quiere asesinarme —declaró la dueña de Casa Uno antes de que Cheshire pudiese concluir su pregunta.

—¡No seas irracional! Esto no tiene nada que ver contigo.

El hombre se acercó al lado del húmedo sofá donde Alicia reposaba e intentó acariciar su hombro de forma apaciguadora. La chica se apartó de inmediato levantando los brazos con histeria.

—No, te equivocas, tiene mucho que ver. ¡La niña se parecía a mí! Y fue intencional. El cabello rubio era pintado, los ojos azules eran falsos y...

—Son puras coincidencias, tienes que pensar en frío.

—¡No lo son! La nota del Sombrerero a la policía... ¿Y si no era falsa? ¿Y si quiere cerrarme la boca? Es alguien de aquí, alguien tan inteligente que supo despistar a la policía dejando la amenaza implícita, tan discreta que no la vieron porque ellos se van a concentrar en buscar al culpable lejos de Larem. Y él quiere que yo lo descubra, me está retando.

Alicia se acercó a una ventana y pegó su mano para sentir el sudor de la lluvia correr por ella. Afuera no se distinguía ni una sombra, todo estaba oscuro tan oscuro como el misterio al que se enfrentaban.

—¿No lo entiendes, Cheshire? Metí al Sombrerero a mi casa sin darme cuenta. Y yo soy la siguiente.

Motivo para matar [COMPLETA📚]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora