A la mañana siguiente, el cielo aclaró en gran medida hasta tornarse grisáceo e hizo descender una nube espesa sobre Larem que se colaba por las rendijas de las puertas y ventanas, inundando un poco los interiores. La lluvia apenas estaba presente en las gotas que se escurrían por las ventanas, y se veía una esperanzadora cantidad de personas en el exterior.
Pero nunca hubo peor atmósfera en Larem como la había dentro de Casa Uno.
La policía continuaba su persecución al Sombrerero lejos de las profundidades del pueblo, enfocándose en las personas allegadas a la víctima en la ciudad de donde venía, ajenos a lo que ocurría en la cabeza de Alicia y sin muchos ánimos de seguir escuchando lo que para ellos no era más que genuina paranoia.
Conejo y Alicia pasaron la noche en vela sentados en los restos de un sofá, se limitaban a dejar sus cuerpos ahí, con su mente en algún sitio inalcanzable, hasta que Conejo no resistió más.
—¿Quiere que vuelva a hablar con la policía?
—No, señor Conejo. Yo... —Alicia suspiró—. No quiero llamarlos hasta descubrir al culpable, ¿entiende? Por las cosas que les he dicho siento que no me toman muy en serio.
—¿Pe-pero si quiera lo está buscando? Al culpable, digo.
—No solo eso, los he estado estudiando a todos en silencio y ya tengo una idea más o menos clara de quién puede ser el Sombrerero.
El panzón se levantó. Siempre había visto a la señorita como una hija propia, la sola idea de que alguien pudiera lastimarla le hacía temblar las piernas. No se explicaba cómo alguien podía tenerle tanto resentimiento como para dejarle un cadáver en su cama a modo de amenaza. Él, que había recolectado a lo largo de su labor fragmentos de conversaciones que debían ser íntimas, que fue bastante inoportuno por toda la casa con el pasar de los años, no lograba hacerse una idea del culpable. ¿Qué podía saber Alicia?
Entonces lo entendió. Nadie más que ella sabía las cosas que había hecho y la hacían merecedora de la venganza del Sombrerero. Aunque el señor Conejo alegara conocerla bien, estaba consciente de que las personas eran un conjunto de máscaras ordenadas de forma estratégica para ser usadas a su favor, y las actrices, como ella y Liebre, tenían pleno dominio de esas armas, para ellas era un arte.
—¿Me va a decir quién cree que es? —preguntó Conejo en un intento flojo, dentro de sí mismo ya anticipaba la respuesta.
—No, porque no estoy segura. En lo que a mí respecta podría ser usted, pero no quiero creerlo. Lo esperaría de todos, señor Conejo, pero no de usted.
—Al menos dígame qué decía la nota de Reina.
Conejo no se relajaba con eso de que no desconfiaba de él, ya no sabía qué creer de nadie. Estaba cayendo en lo mismo que todos en Casa Uno: un abismo de inseguridad y desconfianza cuya superficie no revelaba la profundidad que contenía realmente.
Alicia le hizo entrega de un papel arrugado y el pazón lo leyó.
«Devuélveme a mi hija y Quédate con la sombra tuya que me distes o te voy a dar un enseñar que cuando digo que Voy a cortarle la cabeza a alguien no es en sentido figurado», decía en letras desastrozas que revelaban la ira que dominaba a Reina al momento de escribirlo. Ni siquiera había cuidado las faltas ortográficas.
—Alicia... —Le entregó el papel moviendo la cabeza hacia los lados con pena. Ni siquiera tartamudeó, se sentía seguro y entristecido por lo que tenía que decir—. No puedes estar desconfiando de todo el mundo, yo lo que veo aquí es a una madre desesperada por ver que todo lo que idealizó para la vida de su hija se ha frustrado. Y la niña... la niña mu-muerta... —Se estremeció al recordarla—. Tenía bien puesta la cabeza, es algo q-que no encaja en el modo en que opera Reina en sus fantasías.
—¿Y el sombrero?
—¿Qué ti-tiene que ver el sombrero?
—Puede que el sombrero sea una metáfora. ¡Quien lo haya puesto debe saber que yo lo entendería porque veo metáforas en cualquier cosa!
—¿Y qué metáfora ves en el sombrero que tenga que ver con Reina? —El señor Conejo ya empezaba a rascarse la cabeza por la confusión.
—El sombrero es la cabeza. Y perder el sombrero no podría significar otra cosa que perder la cabeza. ¿Ahora entiende qué tiene que ver Reina en todo esto? El mensaje en el sombrero me pedía que cerrara la boca... ¡El Sombrerero quiere decirme que cierre la boca o perderé la cabeza!
—Po-por como está actuando me atrevo a pensar que ya la ha perdido, señorita Alicia. ¿No fue usted quien dijo que ese mensaje era falso? ¿Que el Sombrerero le apareció en su cuarto diciéndole algo distinto?
La aludida resopló con fastidio.
—Igual, no es Reina mi principal sospechosa. —Se levantó—. Con su permiso, señor Conejo, tengo una cita con el Sombrerero loco.
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Motivo para matar [COMPLETA📚]
Mystery / ThrillerAlicia no vive en el país de las maravillas, vive en un pueblo donde siempre llueve y no hay nada de luz. El sombrerero loco no es su amigo, y está tan cuerdo que crea para ella un juego que intenta hacerla "perder la cabeza". "Alicia, Alicia... ¿...