13

6.8K 2.1K 682
                                    

—¿Y se puede saber qué tienen que ver los cigarros en todo esto? —intervino Reina, que por alguna razón le echó una rápida mirada a su hija con su ojo bueno mientras esta le atendía las heridas.

—El Sombrerero dejó un cigarro en la escena. A la policía no le sirvió de nada porque no tenía ADN, pero a nosotros sí. Sabemos que el Sombrero.

—Pero Conejo podría ser...

—¿Cómplice? No creo. Si Conejo fuese cómplice no se habría arriesgado a entrar ahí luego de que el Sombrerero saliera. ¿O es que acaso la policía no dijo que el crimen se cometió a medianoche? ¿Qué hacía Conejo ahí por la mañana si era cómplice del Sombrerero?

Luna era muy astuta, eso a Alicia le molestó.

Tenía tanto sentido lo que dijo que todos llevaron sus miradas de forma automática a Cheshire, quien era el fumador por excelencia. Junto a su madre, Liebre se removía como si no consiguiera comodidad en su asiento. Ella había demostrado la noche anterior que también gozaba de la nicotina, y quienes estuvieron presente no lo habían pasado por alto.

—De todas formas —siguió Luna—, pensé que nos habías traído aquí para hablar de tus fotos desnuda, las que conseguí en el álbum de mi marido.

Cheshire sintió un golpe en el estómago que se llevó todo el oxígeno que habitaba en él, no fue capaz de sostener la mirada de su esposa, su mundo comenzaba a desmoronarse junto con su mentira.

Aquel día, Alicia reaccionó contrario a todo lo que podía pronosticarse; dejó salir la carcajada más poderosa, entrecortada y con matices maquiavélicos que había soltado en su vida.

—¿Es por eso que lo hiciste? —La pregunta iba directo hacia Luna—. ¿Solo quisiste asustarme con el cadáver de esa niña o realmente era una profecía bizarra?

—¿De qué se supone que estás hablando?

Alicia se rió con más fuerza.

—Por eso el cigarro en la escena, ¿no? Era de Cheshire, lo llevabas contigo o quizá llevabas puesta alguna prenda suya para que nadie te reconociera... y se te calló el cigarro, ¿verdad? ¡¿Verdad?! —Luna dio un respingo—. Estabas celosa... y creíste que una amenaza como esa me mantendría lejos de tu camino cuando descubriera que siempre has sido tú. ¿De verdad pensabas que iba a quedarme callada? ¿Que no le diría a nadie que...?

—Muy linda tu patética teoría, pero yo no supe nada de lo de ustedes hasta hoy, y nunca actuaría por simples sospechas, de ser así ya habría acabado mi matrimonio hace mucho tiempo.

Alicia murmuró algo referente a la poca creatividad de Luna que no la haría capaz de idearse todo el asunto del Sombrerero ni porque se hubieran alineado todos los planetas a su favor, sin embargo nadie llegó a escucharla y su amiga rompió el silencio.

—Ali, no creo que el asesino está entre nosotros...

—Lo que yo no creo es que tú tengas idea de quién es —opinó Reina Roja—. Cuando lo sepas, nos llamas, mientras tanto, cada uno tiene sus propios asuntos. Debo curarme este ojo. Me retiro.

—Yo-yo... yo igual. To-to-todavía no puedo creer que haya desconfiado de mí, señorita Alicia.

—Me largo de aquí —anunció Luna antes de irse detrás de los que habían salido.

En ese momento la mente de Alicia estaba trabajando en algo grande, poderoso. Le guiñó un ojo a Cheshire, y se fue directo a la comisaría sin importarle tener que caminar bajo una tormenta sin protección. Les hizo conocer todo lo que ella había descubierto dentro de las profundidades de Casa Uno y las declaraciones que no había querido hacer en público.

Cuando los oficiales escucharon su declaración, le pidieron que la entregara por escrito. Con letra clara y corrida les entregó lo siguiente:

«En el cuarto donde fue hallado el cadáver de la niña también se encontró un cigarro y puedo decir que vi la misma marca de cigarrillos, que es bastante exclusiva, en otro lugar: el cuarto de Cheshire. Vi la caja tirada, y le faltaba solo uno. Además, me consta que Cheshire fue el último en dormirse la noche anterior al suceso porque yo fui la penúltima. No quise acusarle de nada nunca, pero sí es cierto que es el único que tiene un “motivo” de peso, y es lo que me dispongo a contarles ahora.

Hace algunos meses conocí a Cheshire, un encantador cineasta y guionista que me dejó flechada durante la conversación que mantuvimos por correo mientras me alojaba en la ciudad. Me había propuesto un papel en una película de sus películas y yo encantada acudí a su oficina para audicionar. Al llegar ahí cometí la indecencia de dejarme controlar por el éxtasis del momento —¡tan cerca de cumplir mis sueños!— y acepté cuando me dijo que necesitaría unas poses desnudas para unas escenas +18. Así que lo hice, posé para él. Pero cuando todo se terminó nunca me llamó para ofrecerme el papel, sino para extorsionarme. Desde ese día le ofrecí mudarse conmigo a Casa Uno para poder pagarle el precio que me pedía: acostarme con él cada vez que se le antojara si no quiería que publicase mis fotografías. Una noche le dije que lo delataría, que ya estaba cansada de todo, y a la mañana siguiente amanecí con el cadáver de una niña en mi cama. En la nota el Sombrerero dejó claro que quería cerrarme la boca, creo que lo demás se resuelve solo.»

Motivo para matar [COMPLETA📚]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora