Habiéndose reunido los seis en la sala, la atmósfera se tornó densa. Cada uno despojado de las máscaras más superficiales y dispuestos a deshacerse de las más profundas, no había un alma pura, una mirada que no provocase miedo o demostrara que algo similar le consumía.
Las relaciones que en un principio habían sido más sólidas, estaban desparramadas sobre un mar de porquería, como si desde un principio las columnas que las sostenían hubiesen sido de arena.
Se presentía una podredumbre en el lugar que no tenía nada que ver con la humedad y el moho, y mientras todos intentaban ignorarla se intercambiaban miradas filosas.Liebre retorcía sus manos con compulsión, miraba a Luna y la forma en que las piernas cruzadas de esta se movían frenéticas y su mirar destilaba un desprecio tangible hacia Alicia, y eso provocaba retorcijones en su estómago. Liebre podía presentir que algo enorme estaba a muy poco de estallar justo en sus caras, conocía a su amiga lo suficiente como para estar segura de que no toleraría esa actitud de ninguna persona y menos si estaba arrimada en su propiedad.
—¿Qué hacemos aquí, señorita Alicia? Es tarde ya para almorzar. Yo me voy a...
—No, señor Conejo —interrumpió Alicia—. Es preciso que todos estemos aquí reunidos.
—¡Esto es una pérdida de tiempo! Si tu idea es revelar ante todos lo que decía mi nota con la intención de hacerme quedar como...
—No, señora Reina... ¡Siéntese!
—Ali, ¿qué es lo que está pasando?
—Que me cansé de jugar al gato y al ratón con el Sombrerero, ¡¿me escucharon?! Hasta aquí. Quiero que hablen de una vez, sé que si uno de ustedes es el Sombrerero al menos uno más del resto debe saberlo o ser su cómplice. Todos, toooodos serán echados a la calle si ahora mismo no confiesan.
Todos se miraron, se escrutaban con detenimiento, se repartían la culpa con pequeños gestos, pero ninguno parecía dispuesto a hablar, hasta que se oyó la voz de Reina.
—Como sé que yo debo ser la principal sospechosa, tenga algunas cosas por decir.
—La cena. Me voy, es tarde.
El señor Conejo se levantó disponiéndose a marcharse, pero Reina se aclaró la garganta y ambos se miraron. Casi parecía que la señora le pedía disculpas con la mirada.
Conejo la ignoró y dio otro paso al frente como si no tuviese nada más que hacer ahí, pero un rayo repentino lo hizo retroceder y Reina aprovechó el momento para decirle:
—¿Por qué no nos cuenta usted lo que quiero decir, Conejo?
Alicia entornó los ojos y vio al aludido con genuina sorpresa martillando en sus sienes. ¿Qué se había perdido?
—No-no tengo nada qué decir. Y me voy, la-la cena...
—Yo lo vi salir de tu habitación.
Reina se tomó la licencia de hablar de todas formas y los presentes quedaron tan confundidos como interesados en lo que acababa de decir. A los pies de la mujer se formaba un charco de la lluvia que manaba afuera y se escurría por las grietas y goteras de Casa Uno, ese líquido extendiéndose bajo la oscuridad la hizo pensar en sangre y se imaginó bañandose en ella. ¿Volvería, después de todos estos traumáticos acontecimientos, a tener un pensamiento normal alguna vez?
—¡Señora Reina, explíquese!
Reina se había perdido en los divagues de su mente pero reaccionó nada más escuchar el regaño de Alicia.
—Sí, lo que dije. Yo lo vi salir de su habitación mucho antes de que despertaras y nos dijeras que había un... —Se retorció en un escalofrío—. Eso. Querida, tú no fuiste la primera en conseguir el cuerpo. Fue él, y hasta ahora los ha engañado a todos...
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Motivo para matar [COMPLETA📚]
Mystery / ThrillerAlicia no vive en el país de las maravillas, vive en un pueblo donde siempre llueve y no hay nada de luz. El sombrerero loco no es su amigo, y está tan cuerdo que crea para ella un juego que intenta hacerla "perder la cabeza". "Alicia, Alicia... ¿...