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—¿Q-qué... qué haces aquí?

Reina Rojas pegó un brinco del susto, no esperaba a nadie ahí luego de que se halló el cuerpo de la niña y los policías lo hubiesen dejado ya. La mujer estaba transpirando, su pecho subía y bajaba con ferocidad y en sus manos dominaba un temblor que le impedía disimular los nervios que le estaban consumiendo. El dilema en su cabeza era más grande que todo el orgullo que la caracterizaba, no conseguía una excusa válida para ser encontrada ahí.

—Reina, yo no quiero creer que tú...

—¡No te atrevas a insinuar nada contra mi persona o te lo juro que haré rodar tu cabeza!

La mujer elevó el mentón con la esperanza de que eso le diera un porte más seguro.

—Pe-pe-pero... ¿qué es lo que buscas?

—Esto.

Una tercera voz detrás de ellos se unió a la conversación, era la dueña de Casa Uno, que sostenía un papel en su mano. Detrás de ella fueron llegando Liebre, Cheshire, junto a su esposa Luna, y todos se miraban entre sí con la desconfianza danzando en la retina de sus ojos.

—¿Qué hay en ese papel? —preguntó Conejo, que no paraba de lanzar miradas a la vela que traía Liebre como si eso fuese a evitar que se apagara.

—Exijo hablar en privado con...

—¡No! —interrumpió Liebre a su madre—. Algo está pasando en esta casa y siento que todos lo saben menos yo.

—Silencio, hija.

—No, má. —La joven se acercó a su mejor amiga—. ¿Qué hay en ese papel?

—Una amenaza de tu madre. Es eso lo que querías oír, ¿no? Porque tú lo sabías, ¿verdad? —Alicia bufó—. Por supuesto que lo sabías, es tu madre. ¿Fueron cómplices en esto?

Liebre recibió sus palabras como una bofetada.

—Alicia... —Cheshire se acercó a ella y puso una mano en su hombro. Su mujer enseguida se aclaró la garganta y él la retiró—. Creo que es muy pronto... y muy imprudente... No te pongas a hacer conjeturas.

—No sé ni de qué hablas, Ali —expresó Liebre irritada por dentro, pero sin atreverse a usar un tono demasiado duro para no arruinar su cómoda amistad—. El crimen no tiene nada que ver contigo.

—Te equivocas, Li. El Sombrerero loco me dejó un mensaje, por si el cadáver en mi cama no fuese suficiente. No hay duda de que el asesino está aquí.

—¿Y te vas a poner a acusar a todo el que tenga algo en tu contra? —interrumpió Luna, la mujer de Cheshire. Algo en su mirada, sus brazos cruzados y el tono que usó al hablar tenía un tinte amenazador.

—Ya no confío en nadie.

—¡Señorita Alicia! —exclamó el señor Conejo ofendido, incluso bajo la tenue claridad que podía ofrecer una simple vela se veían sus regordetas mejillas salpicadas de rojo.

Pese a que las palabras de Conejo demandaban una especie de disculpa, o alguna aclaración que lo excluyera de lo dicho por Alicia, de ella solo se veía su espalda alejándose.

La primera en hablar en su ausencia fue la mujer de Cheshire, que dejó salir una serie de improperios contra su nombre y toda su descendencia. Su marido le apretó la mano con tanta fuerza que no solo consiguió callarla, sino hacerle daño.

Liebre encendió un cigarro con la llama encendida sobre la cera.

—No te escandalices, má —se adelantó a decir al ver que su madre abría la boca con espanto—. No puedo evitar fumar en momentos como estos.

El señor Conejo, que era intolerante a ese humo, se marchó en silencio mientras Cheshire se acercaba a pedirle una calada a Liebre. Había algo diabólico en el contraste entre el aspecto cansado de la chica, y la amplia, y casi tan radiante como sus ojos, sonrisa del hombre.

—Sí que es un momento duro para la casa —dijo. Soltó el humo en cascadas y devolvió el cigarro a la muchacha atribulada—. No se puede confiar en nadie ahora, ¿eh?

Liebre dejó salir una risita irónica.

—Yo espero poder confiar en ese Sombrerero, ojalá le haga un favor al mundo y la mate de una...

—¡Ni se te ocurra decirlo!

Su madre corrió a su lado y la agarró del brazo para llevársela lejos. Liebre soltó una risita y le guiñó un ojo a Cheshire para dejar claro que todo había sido una pequeña broma para molestar a su madre. Pese a Reina haber captado el gesto, no sentía alivio, sino una especie de pavor que tomaba asiento en las profundidades de su consciencia.

Hacía bastante tiempo que Reina no veía a su hija sonreír de esa manera.

Motivo para matar [COMPLETA📚]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora