29. Sueños

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—¿Puedes dejar ya las instrucciones? Se me van a pasar las ganas.

—No vamos a usar eso... así... sin más. Habrá que ver cómo funciona—contestó Natalia, dándole vueltas al papelucho con mil dobleces.

—No es tan complicado. Se meterá así y ya está—apostó, colocando la parte superior del objeto arqueado sobre su clítoris y metiendo el otro extremo en su vagina. Natalia la contempló con el ceño fruncido y las instrucciones quemándole las manos.

—Vale, y ahora qué.

—Ve a preguntarle a tu padre—carcajeó, ajustando el juguete.

—A que paramos—amenazó.

—A ver, trae—resopló, quitándole el papel, cosa que no le costó demasiado porque su novia estaba bastante dispersa—. Mh... se controla con el móvil.

—Como un videojuego—rio tímidamente Natalia, que buscaba destensarse de alguna forma. La idea de introducir un juguetito en sus relaciones aún le seguía inquietando.

Una vez instalaron la aplicación y vieron las posibilidades de uso que les brindaba aquel sofisticado vibrador, Alba se tumbó en la cama con una sonrisa ladina que bloqueó a su chica.

—Pero no te cagues, amor, que la que lo lleva soy yo—carcajeó mordiéndose el labio y tirando de Natalia—. ¿Has decidido ya cómo controlarme?

—Eso suena muy feo, Alba... —volvió a bromear con su voz pequeñita y desnuda—. Pero sí. Ya sé cómo. Vamos a probar el control por voz.

—¿De verdad? —se asombró, dejando pequeños, largos e inocentes besos en el labio inferior de Natalia—. Si tú nunca me hablas cuando hacemos el amor.

—Y no voy a hablar—contestó al tono sugerente de su novia, respondiendo a esos besos con la misma lentitud y delicadeza.

—Me das miedo—susurró sonriente, atrapando por completo su boca—. ¿Empezamos?

La forma en que se lo preguntó tras aquel beso tan apasionado provocó un incendio en el cuerpo de la morena, un calor que logró controlar en cuanto sintió las comisuras de Alba elevarse bajo su rostro. Agarró el teléfono y activó el juguete, que hizo un sonido agudo para indicar que había sido conectado y que estaba listo para comenzar. Buscó con impaciencia y nervios la opción de control por voz y dejó el teléfono en la almohada, muy pegado a la cabeza de su chica.

—¿V...vas a... hablarme en el oído? —intuyó al ver la posición elegida.

—He dicho que no voy a hablar—contestó temblorosa, acercándose al teléfono—. Probando, probando.

—Uf—gimió Alba, abriéndose de piernas instintivamente al sentir aquella vibración leve entre las piernas. Natalia sonrió al recibir la confirmación de que aquel juguete funcionaba, y dejó un rápido beso en la mejilla de su chica antes de empezar.

—Pensaba que te estaría escribiendo a ti, pero no quiero que esto sea una canción de amor—cantó con seguridad y firmeza, pero a un volumen que rozaba el susurro. El vibrador, en consecuencia, liberó una ola de pequeños impulsos al ritmo de su voz.

—Bua, Nat... —rodó los ojos Alba, que notó cómo su entrepierna se contraía. Y no solo por las vibraciones, también porque la voz de Natalia impactando en su oído de esa forma despertaba unas sensaciones cálidas que viajaban hacia el sur de su cuerpo.

—Vivo en tus huecos. Ya no me puedo dormir... —continuó, escapándosele una leve risa por los nervios y la vergüenza inevitable que sentía en esa situación. Irguió su cuello un poco para ver a su chica, que se retorcía de un placer que no había hecho más que empezar—. Dime qué ha pasado, dime dónde estamos. Alba, ¿qué es lo que quieres... de mí? —preguntó pasando a un tono divertido, y la rubia rio entre suspiros al oír su nombre en mitad de la canción.

Malasaña - (1001 Cuentos de Albalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora