23. Enamorar-se

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Sentadas en la séptima fila de la clase, lugar que llevaban ocupando desde que empezaron a juntarse allá por primero de carrera, el trío formado por Marta, Natalia y María luchaba contra sus párpados a primera hora del lunes. Cada una tenía una táctica para hacer más llevadera la insufrible clase de repaso: María se hacía y deshacía trenzas, Marta rellenaba con boli los cuadrados de su cuaderno, y Natalia se dedicaba a asentirle a la profesora cada vez que posaba sus ojos en ella.

—Nat, el móvil—le dio un codazo la rubia, haciendo que cogiera dicho objeto con ansia. La luz azul destellaba impaciente. Y antes de que desbloquease el terminal, Natalia esbozó una amplia sonrisa. Sabía perfectamente lo que significaba ese color de notificación.

Albi: Qué bonito despertar con un mensaje tuyo

Albi: Buenos días a ti también, amor

Yo: Teeeeeeengo sueño Albiiiiiiii

Albi: Pero si ya es el último día, quejica. Ojalá tener yo tu semana... que empieza y acaba en lunes jajajajaja

Yo: No tendré clase, pero tengo exámenes, que es peor

Yo: Jo

Yo: ¿Y si volvemos a Lisboa?

—Nat, las bragas—se burló María, que había cambiado su particular sesión de peluquería por mofarse de la cara de encoñada que ya tenía su amiga a esas horas de la mañana.

—Eres imbécil—se quejó, dejando el móvil en la mesa de nuevo y tratando de disimular su nerviosismo.

—Pero ve a por ellas—susurró, acercándose con una sonrisa pícara—. Mira, están ahí, colgadas en la pizarra.

—Illa, callaros ya—pidió Marta—. Luego lloraremos cuando no entendamos una mierda.

—Ni que estuvieses echando cuenta—se quejó la rubia.

—A ver, el trío la la lá—las regañó la profesora, haciendo que las tres se escurrieran por las incómodas butacas de la sala, huyendo de las miradas de sus compañeros—. Ya sabéis que mis clases no son obligatorias. Si no os interesa, os marcháis.

Ninguna de las tres contestó, así que la profesora retomó la explicación. La llamada de atención no convenció a María, que volvía a juguetear con su pelo. Pero sí caló en Marta, que comenzó a tomar apuntes con cierta velocidad, y Natalia, que se limitó a rodar su septum mientras escuchaba atentamente.

—¿Qué tipo de "se" sería el de enamorarse? —lanzó la pregunta la docente, alzando sus manos en busca de una respuesta. Era bastante joven para dar clase en la universidad, pero no por eso sus clases eran más divertidas. Eran un maldito tostón. Sin embargo, a veces entraba en debate con los alumnos y se creaban momentos interesantes—. Venga, despertaos ya... Que el examen es en dos semanas.

—¿Reflexivo? —levantó la mano una chica de la primera fila. La más pelota y sabelotodo de la promoción.

—¿Qué opináis? —frunció el ceño la profesora, jugando con la tiza entre sus manos.

—¿Cómo va a ser reflexivo? Los reflexivos se usan cuando haces algo contigo mismo, ¿no? Como peinarse, vestirse...—le susurró Natalia a Marta, que parecía tan metida como ella en la clase.

—Tocarse—rio bajito—. Yo que sé, tía. Si estás segura, dilo—le dio un codazo. Natalia se negó rotundamente, volviendo a quedarse callada esperando a que alguno de sus compañeros se envalentonase.

—Bueno, parece que el fin de semana ha hecho estragos en muchos de vosotros—vaciló la profesora, haciendo que la pelota de la primera fila soltase una risilla cómplice—. Es interesante lo que plantea aquí nuestra amiga... En el caso de aceptar que este "se" fuera reflexivo, estaríamos diciendo que nosotros nos enamoramos de nosotros mismos—hizo una pausa, creando una especie de intriga—. Entonces... ¿nos enamoramos de alguien? ¿O nos enamoramos de nosotros mismos cuando estamos con alguien?

Malasaña - (1001 Cuentos de Albalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora