Siempre anhelé besar el color de tus mejillas, aferrarme a esa sonrisa que trataba de esconder algo.
Nunca te dije que adoraba cómo en esos días nublados tu cabello se crispaba, cómo al caer la lluvia tu mirada reflejaba ese mismo cielo.
Muchas noches fueron las que al acostarme cansado, me acobijaba tu recuerdo.
Muchos días fueron los que quise capturar eternamente tu imagen.
Y hoy creo que por fin lo he logrado.
Tu cabello, retazos de noche; tu cabello, ahora es un río sereno que parece ser más profundo que el universo mismo.
Tu piel, tan pura, tan virgen, tan vacía. Cómo quisiera que apareciese de nuevo mi deseo de besarla.
Parece que quieres decirme algo muy importante, que quieres abrir esos ásperos labios y susurrarme un último secreto. Abre tus párpados, mi bella, por favor mírame. ¿Tan pesadas son tus tupidas pestañas que ni esta gran petición te permite abrir los ojos?
¿Tan pesado era el cansancio que cargabas que decidiste abandonarlo todo? ¿O tan pesadas son sus manos, cariño, que al rodearte te asfixiaron sin más?
Son tantas las preguntas que esta noche insisten tener respuesta. Son tantas las promesas que me hice a mí mismo de nunca soltarte.
Ahora ya no tengo a qué aferrarme. Tu inocente sonrisa, contagiosa, tierna, se ha volcado ante la inmensidad de ese otro mundo. Ahora sólo yaces ahí, con una línea en tus labios, recta, sin color, sin vida, sin nada de ti.
Ahora tu aroma lo disipan estas pequeñas flores blancas, que me acarician las manos consolándome como a un pobre moribundo.
Desprendías energía con cada suspiro. Eras cálida incluso en el más frío invierno. Eras joven, eras bella, eras sublime, eras la vida misma.
Supongo que decidiste que era tiempo de dejar de serlo. Creo que todo el mundo se cansa de estar estático. Empezaste a dar vueltas y vueltas, jugando al borde del risco. Pero un día, te aventuraste a descubrir aquel abismo.
Y hoy creo que por fin lo has logrado.
Sin embargo, nadie te dijo que esa aventura no tendría jamás vuelta atrás.
El tiempo galopa, capturo tu imagen, mi alma resuena.
Mi dulce amanecer, anhelo inconsolable, que me esperes una noche más al otro lado del río.