La tenue luz nocturna me ilumina en mi estado más vulnerable.
Soy la carnada de cualquier demonio esta noche.
Los recuerdos inundan mi memoria y me nublan la visión. La música se va volviendo más alta a medida que me dejó sumergir en la escena en mi cabeza.
Nunca llegué a estar ahí pero lo siento más vívido que cualquier cosa que haya vivido. Es ese tipo de cosas que estás segura nunca podrás olvidar.
Me siento presa de esta remota nostalgia, porque las imágenes danzan y desfilan frente a mí, se burlan y disfrutan verme sumisa.
Pero yo me lleno de euforia y mi desgastado corazón siempre tiene un poco más de energía para intentarlo una vez más. Porque yo disfruto verme así, en ese estado tan bohemio, tan desnudo, tan humano, tan vulnerable. Es algo casi majestuoso, glorioso. Te remueve las entrañas y hace que todas tus preguntas en realidad no te parezcan tan importantes. Es ese sentimiento compartido, porque el sufrimiento se vuelve el motivo de brindis esta noche. Es retar a tu pasado a hundirte más en tu memoria. Inconscientemente quieres huir. Quieres volar fuera del momento en curso. Quieres desaparecer el tiempo. Quieres congelar ese estado de catarsis, ese espléndido crescendo.
Porque no hay nada más sublime que la desnudez del alma de un vulnerable humano.
Y si conservar este momento me cuesta ser la carnada esta noche, creo que estoy dispuesta a de nuevo el precio pagar.