La panadería a la que vamos tras la siesta inesperada se vuelve nuestro punto de encuentro todos los viernes, incluido las dos semanas de las vacaciones de semana Santa, en las que no perdemos contacto. Nos pasamos los días enteros mensajeándonos y hablando de tantas cosas que me pregunto silenciosamente cómo no nos hemos quedado sin temas que tratar.
Me alegra admitir darme cuenta de que nuestra relación ha mejorado también cara a cara: cuando quedamos los viernes en la panadería (ya sea para beber o comer cualquier cosa de las innumerables que venden), no hay silencios incómodos, y los minutos pasan tan rápidos que siento que el tiempo es demasiado corto.
Me gustaría decir que ya no siento nada por él, o que pasar tiempo a su lado ha hecho que me acostumbre a su presencia y a su cercanía, pero no es así. Aún sigo poniéndome nerviosa cuando su mano roza la mía por accidente, e incluso siento que me va a dar un ataque al corazón cuando se ríe por cualquier tontería que digo.
Soy feliz. Jeongin y su presencia me hace feliz.
El cuarto viernes, y el segundo de abril, después de horas estudiando literatura, me informa de que deberíamos quedarnos en su casa: está lloviendo a cántaros y no parece que vaya a cesar. Además, después de echarle una ojeada al móvil, veo que se avecina una tormenta inesperada en la siguiente hora, lo que me pone aún más nerviosa: junto con las arañas, las tormentas son lo que más miedo me da. Y no quiero montar un número delante de Jeongin.
Intento aparentar calma, pero el primer trueno llega tan de repente y es tan estridente que salto de la cama y pego un pequeño grito, que le saca una sonrisa a mi amigo.
—¿Te dan miedo las tormentas? —pregunta, curioso, terminando de escribir la última palabra de la tarde. Antes de que me dé tiempo a responder, recoge los bolígrafos y los folios que hay desparramados sobre su cama y la despeja.
—Sí —termino admitiendo, tras suspirar con pesadumbre—. Mi mayor miedo son las arañas, pero después van las tormentas, sin duda. Cuando pasan por la noche me cuesta mucho dormirme —informo mordiéndome el labio con fuerza, como hago siempre que estoy incómoda o tengo miedo de algo.
La última vez que hubo una tormenta me quedé dormida a las cuatro de la madrugada, para levantarme dos horas después por culpa del insomnio y del ruido del viento. No pude volver a dormirme, y tuve que enfrentar el día siguiente con apenas ciento veinte minutos de descanso. No sé cómo no me desmayé en alguna esquina.
—Bueno, no va a pasar nada —dice aún sonriente—, existen pararrayos por algún motivo.
—La verdad es que eso —trato de decir, pero vuelvo a saltar en la cama por otro trueno que suena incluso más cerca— no ayuda mucho a mi mente paranoica.
Jeongin se levanta y se asegura de que la ventana esté bien cerrada, cosa que no era así. Una vez lo hace, el sonido de la lluvia se amortigua bastante, aunque sigue siendo notorio.
—¿Mejor? —quiere saber, girando la cabeza mientras baja un poco la persiana. Asiento con la cabeza a la vez que la luz se atenúa.
Nos sentamos de tal manera que nuestras espaldas se queden pegadas contra el cabecero de la cama, y que nuestros brazos de rocen a pesar del gran espacio que hay en el colchón matrimonial. No hace frío, pero aún así Jeongin extiende una manta sobre nuestras piernas.
—¿Quieres tomar algo o... prefieres dormir? —Percibo cansancio en su tono de voz, no sé si por estar estudiando tanto tiempo.
Lo cierto es que tengo un poco de hambre, pero viéndole tan somnoliento no quiero que se levante solo para traerme algo de la nevera.
—¿Estás cansado, verdad? —pregunto simplemente para asegurarme y corroborar mi teoría. Él asiente con los ojos cerrados, y yo añado—: Túmbate y duérmete entonces. Intentaré no molestar.

ESTÁS LEYENDO
Insomnia | Jeongin
Fanfiction«Me dicen muchas veces que debo perseguir mis sueños, arriesgar todo para que se hagan realidad. Pero, ¿cómo puedo hacerlo cuando no soy capaz de dormir más de dos horas seguidas?» Luna es conocida por ser la chica más introvertida de su clase, y pu...