[Epílogo]

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—Como me tropiece con algo, os mato —digo, con las manos estiradas al frente para tantear la zona.

Hoy es mi cumpleaños número veinte, y a mis amigos no se les ha ocurrido mejor idea que organizar una sorpresa, a la cual tengo que ir con los ojos tapados. Me avisaron que sería en el parque, así que ahora mismo estoy temiendo un poco por mi vida.

¿Y si Julia no me guía bien y me tropiezo con una piedra?

—Que no, pesada, que estamos yendo bien —intenta calmarme, llevándome del brazo.

Me pregunto qué habrán hecho para que necesite que vaya con los ojos tapados con una venda. ¿Habrán colgado globos de árboles? ¿Habrán invitado a mucha gente? ¿Habrán conseguido que venga Seventeen al parque de al lado de mi casa?

Porque en la ausencia de Jeongin, para sorprenderle tras su vuelta con mi nivel cutre de coreano, me puse a ver kdramas, cayendo de lleno en ese mundo y en el del kpop.

—Ya estamos llegando —informa Julia, interrumpiendo mis pensamientos.

Unos veinte pasos después, mi amiga me ayuda a quitarme la venda, descubriendo ante mí lo que han hecho: amigos del instituto, como Nuria y Sebastián (que aunque rompieron el año pasado, siguen siendo amigos), y compañeros de la universidad están aquí reunidos. Me sorprende, sobre todo porque nunca habíamos quedado juntos: es como juntar mi adolescencia con mi juventud.

Una figura pequeña, pero elegante se alza. Tiene un objeto en la mano que explota, soltando confeti al suelo, y gritando:

—¡Feliz cumpleaños! —Y al final de la frase todos se unen a ella en un fuerte aplauso.

—¿Stella? —pregunto, con la boca abierta y los ojos como platos.

Es la primera vez desde que empezamos a hablar hace dos años por internet que nos vemos. Es raro verla en persona y no a través de la pantalla, sobre todo porque en fotos parece mucho más alta de lo que en verdad es. Hasta yo, que soy un gnomo de jardín, le saco unos centímetros.

—¡Hola! —vuelve a exclamar, guardándose el resto de la serpentina en su bolsillo.

—¡Dios, no te esperaba aquí!

—Ese es el objetivo de las fiestas de cumpleaños, ¿no? —pregunta irónicamente Daniel, uno de mis compañeros de carrera. Al principio no me caía muy bien, pero cuando tuve la oportunidad de hacer un trabajo con él me di cuenta de que era un chico bastante peculiar e interesante.

Touché —admito, sentándome en el mantel de cuadros rojos que han colocado en el césped.

Uno de mis sueños siempre fue hacer un picnic en un día soleado, con seres queridos, comida, música y risas. Y saber que se ha podido cumplir el día de mi cumpleaños me hace más que feliz, aunque eche en falta a alguien.

Jeongin.

A pesar de que han pasado dos años desde que se fue, no hay día en que no piense en él: en sus dientes perfectos después de años de aparato, su pelo oscuro, su cara angelical e infantil... La verdad es que aunque hablamos todos los días (bastante poco, debido a la diferencia horaria), siento que no sé mucho de él.

Sabía que llevar una relación a distancia iba a ser duro, pero no tanto: hubo pequeñas discusiones, e incluso estuvimos a punto de romper un par de veces porque tanta distancia entre ambos hacía que dependiéramos el uno del otro de una manera muy tóxica.

No obstante, como dice mi madre siempre: no hay problema que no se solucione hablando. Y tenía toda la razón.

—Hemos traído un altavoz y tú, como eres la cumpleañera, serás la única que podrá poner música —sonríe Guillermo, el novio de Daniel, señalándolo justo enfrente de él.

Insomnia | JeonginDonde viven las historias. Descúbrelo ahora