Doce

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Ese lunes, Jeongin y yo no vamos juntos al instituto porque tiene médico a las nueve de la mañana, así que hasta que no coincido en clase con él a quinta hora no puedo preguntarle sobre mi nueva seguidora.

—¿Tienes alguna amiga llamada Stella? —intento hacerme un poco la tonta, para que no se piense que he cotilleado su teléfono o algo, no vaya a ser que me malinterprete.

El chico se sorprende y abre los ojos como platos.

—Sí, ¿por qué? —No lo pregunta ni efusiva ni agresivamente, solo con tono neutro e incluso confuso.

—Es que el otro día me siguió por Instagram y vi que la seguías, así que pensé que a lo mejor la conocías. —Jeongin solo suele seguir a gente que conoce en persona o amigos de amigos suyos, así que es la excusa perfecta.

—Ah, pues no me ha dicho nada —confiesa—. Hemos hablado de ti alguna que otra vez, pero nunca me pidió tu nombre de usuario ni nada.

—A lo mejor le salí en recomendados. Hay teorías de que los teléfonos escuchan nuestras conversaciones —sonrío, para quitarle hierro al asunto, viendo que ha creado algo de tensión entre nosotros.

—Ahora entiendo por qué me salieron videos en Youtube de cómo hacer que una chica no esté enfadada contigo —bromea, y me resulta tan gracioso que suelto una carcajada tan estridente en medio de clase que tengo que disimular con una tos, antes de que el profe me diga nada.

No se gira en su asiento en todo lo que queda de clase, y a última aprovecha que su profesor no ha venido para irse a casa. Insiste e insiste en quedarse y esperarme, pero yo insisto e insisto en que se vaya para que no pierda el tiempo sin hacer nada. Al final, acepta con una mueca y se despide de mí en la puerta de clase, con un abrazo fuerte y dulce que hace que un par de personas se giren para observarme y para cuchichear sobre mí.

La verdad es que después del incidente en la salida, me da igual lo que digan de mí o de él. O de nosotros. Tenemos derecho a hacer lo que sea que estemos haciendo (ahora estamos en un punto extraño), y no solo porque sea conocido significa que no puede tener vida fuera de su grupo.

Y hablando de este, aunque han dejado estas últimas semanas las redes sociales debido a que se acercan los exámenes finales, gracias a Jeongin me enteré de que se les ha ofrecido un contrato importante en una discográfica muy reconocida; no obstante, aún no han aceptado porque Jeongin debe irse a Corea y Lucas no muestra señales de vida.

La última persona que ha sabido de él fui yo, y aunque se ha conectado a Whatsapp no ha entrado a la conversación. Mientras camino a casa le mando cinco mensajes, pidiéndole por favor que me llame o que me hable en cuanto pueda. Sigo enfadada con él por su comportamiento, sí, pero tanto tiempo sin verle me preocupa.

El martes tampoco va a clase, pero el miércoles sí, solo porque tenemos un examen importante de historia. Me acerco a él y le toco el hombre con delicadeza después de hacerlo, para que deje de caminar hacia quién sabe dónde. Se da la vuelta, y es entonces donde me fijo en el mal aspecto que tiene: ojos rojos e hinchados, ojeras bajo ellos, y la piel sin vida.

—Tenemos que hablar —es él quien dice, antes de que me dé tiempo a abrir la boca antes. Asiento con la cabeza juntando los labios y me dice—. ¿A la salida puedes?

—Sí, creo que sí.

—Por favor, ven sin Jeongin.

Frunzo el ceño, pero termino accediendo (todo sea por arreglar las cosas con Lucas) y dejo que se vaya. Cuando entro a clase, busco a Jeongin con la mirada y le encuentro hablando animadamente con Julia.

—A la salida voy a hablar con Lucas —le informo cuando termina con su conversación, de la manera menos brusca posible.

—¿Pasa algo? ¿Lo habéis arreglado ya? —Veo un atisbo de felicidad e ilusión en sus ojos, que me da pena eliminar de golpe.

Insomnia | JeonginDonde viven las historias. Descúbrelo ahora