Daggorhorn era una mezcla de sentimientos aquel día, las mujeres, madres, esposas, hermanas, los hijos, eran presas del miedo, miedo de no volver a ver a sus maridos, hijos, hermanos, padres..
Otros, tras los efectos del alcohol, habían recuperado su buen juicio, o su cobardía.
Solo unos pocos valientes habían mantenido su postura firme de acabar con el lobo, con el mal que asediaba el pueblo.
Ya era hora de no sentir miedo, de no pertenecer a nadie, que tu eligieras tu propia suerte, y que está no dependiera de sacrificar lo único que tienes tu y tu familia para comer.
Pero él miedo se acrecentaba por momentos, y estaba presente en todos los corazones.
Miedo a morir, miedo a no volver a ver a los que amas, miedo a lo desconocido.
El miedo es el verdadero protagonista de esta historia.
Y esque nadie había visto al lobo, podría ser cualquier cosa inabarcable por la mente humana.
Y, ¿qué podrían hacer un par de hombres, mortales, contra el mal encarnado?
¿Morir?
Si, pero si ellos no protegían a sus familias, nadie lo haría, y esque el sentido del deber y la furia se imponía a la propia seguridad de seguir respirando.
Los hombres valientes y condenados , armados con palos, cuchillos y hachas de leñadores.
Pues muchos de ellos eran hombres de humildes oficios, sobretodo leñadores, con unas ganancias miserables con el que alimentar a su familia, bocas que pasaban hambre cada vez que les tocaba a ellos el sacrificio del mes.
Entre ellos, Cesaire, el padre de Valerie y Lucy, Peter, Henry Lazar, Adrien Lazar y el alguacil, que intentaba animar a él improvisado ejército porque la moral es imprescindible cuando se trata de luchar, una batalla que tenían pérdida.
Valerie corrió hacia Peter.
Le agarró del brazo y le arrastró a un pequeño cobertizo abierto.
-Ten cuidado, ya he perdido a una hermana no puedo perderte a ti también- le decía la muchacha con ojos suplicantes presa del más reciente dolor.
Acariciando su cuellos y atrayendole hacia ella, sin embargo Peter la apartó con toda la delicadeza que le permitía su corazón herido.
Su actitud fría podría derretirse en cualquier momento si mantenía así de cerca a Valerie, que le miraba con el semblante roto, de dolor, de preocupación, de desconcierto.
Sus ojos gritaban, no te alejes, no me dejes tu también.
Pero era hora de dejarla partir, Suzette tenía razón, ella merecía un mejor futuro que el que él podía brindarle.
-Esto tiene que acabar, debes seguir adelante, casarte con Henry.- dijo con voz fría y dura.
Pero Valerie no comprendía nada, su distancia, su frialdad, hace horas planeaban fugarse juntos y ahora, ¿ya había acabado todo? ¿Había sido un arrebato momentáneo?
-Pero si sabes que no lo quiero- dijo con la voz consternada.
-No quieras ver lo que no hay, nos hemos divertido- dijo con sarcasmo Peter, tajante, alejándose de ella.
Dejándola sola, y más vacía que antes.
Caminó hacia su padre que se despedía de su esposa, rota y con el corazón encogido, lleno de duda, de culpa.
No podía pedirle a su marido que no fuera, que no se sacrifocara, el era el único sustento de la familia, no le amaba, le preocupaba más que comerían si el moría.
ESTÁS LEYENDO
¿A quién tienes miedo?
Romansa¿Quieres vivir? Entonces, no le tengas miedo al lobo.. "Viviamos en una aldea cerca de un bosque, atravesado por un riachuelo, pocos conocían nuestro pueblo por su nombre, pero si por los horrores que en el ocurrían. Mi madre siempre decía vé a por...