Uno, Dos, tres...cuatro campanadas...

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La oscuridad se deslizaba serpenteante, el viento frío azotaba sus mejillas como cuchillas cortantes, su cabello era lanzado hacia atrás o dándole latigazos en el rostro torturado por el frío.

Sus pequeños ojos verdes esmeralda, despiertos y arrogantes, intentaban acostumbrarse a la oscuridad de la noche, a las sombras serpenteantes que se escurrían silenciosas entre las casas de la aldea.

Los árboles esa noche eran más amenazadores que nunca.

De repente, una gran sombra, se deslizó cómo el rayo por las callejas.

Un balido atrajo la atención de Valerie, distraída y nerviosa por el borrón negro.

-Flora, ¡Flora! ¡Corre Flora!- Grita la niña, pero Flora ya no está en el altar.

Ella intenta correr, pero algo se lo impide.

Una cuerdas rodean sus finos tobillos cortando la piel alrededor.

Valerie forcejea, lucha, grita, mientras siente la fría piedra del altar bajo sus rodillas magulladas.

El silbido del viento cortado por un gran salto.

Un golpe sordo de un gran animal aterrizando a su lado, levantando el polvo del suelo.

Sus ojos verdes, inquietos, paralizados por la sorpresa y por el miedo, se detuvieron a contemplar unos ojos negros, bien podrían ser los ojos del mismísimo diablo.

Tan fríos y familiares al mismo tiempo.

Tan salvajes y serenos, tan fieros y tranquilos.

Esos ojos, que la perseguían cada noche, metiéndose muy dentro de ella.

Observando la oscuridad que encerraba en su interior.

En su corazón.

Él parecía que podía ver en lo más profundo de su ser, y entenderla.

La conexión que tubo esa noche con el lobo, nunca se borraría de lo más profundo de su alma.

Un gruñido y entonce,s unos dientes blancos, limpios, perfectos y afilados como cuchillos cerniendose sobre su blanco y tierno cuello, sintió como su carne se desgarraba y un grito de dolor y terror salia de entre sus labios cortados por el frío.

La luna llena brillando sobre un cielo negro sin estrellas.

Ella es el sacrificio.

Valerie se despertó sobresaltada, perlas de sudor coronaban su blanca frente.

Su respiración agitada subía y bajaba veloz, su corazón martilleando veloz en su pecho mientras su cerebro trataba de tranquilizarla diciéndole que solo era un sueño.

Otro más.

Desde aquella noche Valerie había sentido la presencia de un visitante en sus sueños cada noche.

Aparecía en ellos con aires feroces, sus ojos negros y sus dientes blancos desgarradores, en algunos aparecía Flora, en otros su hermana, en otros su madre, su abuela, incluso Peter aparecía en sus sueños siempre en compañía de la feróz criatura que la atormentaba.

Valerie salió al frío de la mañana abrigandose con un chal sus delgados y delicados brazos de mujer .

Su cabello rubio largo era mecido en vaivén por la brisa de la mañana fresca.

El rocío le mojaba el cabello, no le importaba, nunca le habían importado tales cosas. Ahora mayor: diez años habían transcurrido desde aquella noche terrible en la que miró al mal a los ojos.

¿A quién tienes miedo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora