Luna de sangre (parte I)

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Todo el pueblo se arremolinaba en la plaza principal de Daggorhorm.

Pues aquello, no era ninguna tontería.

Era cierto, había llegado, él, el gran padre Solomon.

Un sacerdote, no uno cualquiera, sino aquel que decían el guardián de Dios en la tierra, pues había acabado con hombres lobo y brujas de todo el reino.

Su ejército,  era invencible, había realizado grandes cruzadas para reconquistar territorios cristianos, y además... Había quien decía que pertenecía a un antiguo linaje de los templarios.

El carruaje flanqueado por caballos con jinetes cubiertos de hierro se situó en la pequeña plaza.

Grandes guerreros cubiertos de metal con sofisticadas armas.

Y... Una maquina de tortura...

Un enorme elefante de metal con púas que nadie podía imaginar, los horrores que sobre se cernían.

Los aldeanos estaban desconcertados, pues nunca habían visto a un guerrero.

El carruaje era todo de metal, con una pequeña ventanilla con barrotes.

La puerta se abrió,  y un hombre alto de mediana edad, cabellos castaños y una cuidada barba salió de dentro.

Imponía.

Iba vestido de morado,  con la sotana de sacerdote, en un rango superior quizás.

Muy distinta del humilde padre Auguste.

Pues este llevaba joyas de plata.

Sus uñas, sus uñas habían sido arrancadas y sustituidas por afilados triángulos de plata.

Su mirada severa, penetrante cortó el aire, con un silencio atronador que amenazaba con tragarse el pueblo.

Solo fue interrumpido por dos pequeñas que salieron del carruaje gritando "papá ".

-No te vayas- dijo la más pequeña.

-Dijiste que te quedarías -dijo la mayor.

El pueblo contemplaba la escena en silencio.

El padre Solomon de agachó a la altura de las niñas y habló en tono paternal con una voz tan profunda y autoritaria que llevaba un deje de ironía apenas perceptible.

-Shhhhhhhhhh, tengo que quedarme, ¿veis a estos niños? ¿Veis lo asustados que están? Hay un lobo grande y malo,  alguien tiene que detenerlo.

Dijo él refiriéndose a los aldeanos, no a los niños en sus palabras.

La pequeña habló con temblor.

-Es..¿es el mismo que mató a mamá?

El rostro del padre Solomon se tornó duro.

Las abrazó.

-Prometo alcanzaron, iros- dijo haciendo una seña a alguien,  una mujer mayor, salió del carruaje cogiendo a las dos niñas y llevándolas dentro, sin prestar atención a las súplicas y llantos.

El carruaje se alejó, dejando todo el silencio.

-Muchas gracias, pero como puede observa, ya nos hemos ocupado del, hombre lobo- dijo el alguacil abriéndose camino entre la gente y clavando la pica con la cabeza del lobo gris en el suelo.

Muchos aplausos y gritos de alegría se escucharon.

Pero se vieron acallado por la voz del padre Solomon.

- Eso no es, un hombre lobo- dijo él divertido.

El alguacil apretó la mandibula.

-Con todo respeto, llevamos conviviendo con esta bestia generaciones, sabemos a lo que nos enfrentamos.

El padre Solomon rió.

-Con todo respeto, no tienen nidea, de a qué se enfrentan.

Acto seguido empezó a caminar en círculos alrededor de las gentes del pueblo que hacían un corro con el padre Solomon en medio.

-Yo antes era como usted- dijo señalando al alguacil.

-Mi mujer se llamaba...Penélope, me dió dos hijas preciosas...

vivíamos en una aldea como esta, que como Daggorhorn,  sufría el asedio de un hombre lobo- se paró de repente y subió la voz, como si estuviera contando un cuento de terror a la luz de una hoguera.

Los niños se refugiaron en la falda se sus madres y se oía la saliva de los hombres correr por sus gargantas, temblando de miedo por las palabras de un hombre, que se había enfrentado cara a cara con el mal.

-Un día,  mis amigos y yo nos emborrachamos, y decidimos darle caza- se deslizó por los niños entre los adultos.

-Nuca imaginamos que lo encontraríamos... Pero..¡ahí estaba!- hizo una pausa deslizándose por el círculo de personas que lo miraban con. miedo y admiración.

  -Partió..,  a mi mejor amigo por la mitad.

¡Y luego vino a por mí!

Le di un hachazo, y otro ¡y otro más!

De repente... Ya no estaba ahí.

Le había cortado una de las patas delanteras.

La metí en un saco porque pensé que sería un curioso recuerdo....-Paró de hablar y hizo una seña a uno de sus guardias.

Este se acercó a la vista de todos con una caja de madera.

-Cuando llegue a casa, encontré a mi mujer con un paño alrededor de la muñeca, y cuando abrí el saco, había desaparecido, en su lugar había esto-

Le hizo una seña al portador de la caja que la abrió provocando el corte de muchas respiraciones, el horror se adueñó de los vecinos.

Era un brazo humano, de mujer, blanco como la cal, arrancado, con unas cuidadas uñas y una alianza en el dedo anular.

-Les dije a mis hijas que el lobo había matado a su madre, pero era mentira...
La maté yo.

Cuando un hombre lobo muere, recupera su forma humana, eso- Dijo señalando la pica con la cabeza del lobo - no es más que un lobo gris.
El lobo os ha engañado.

¿A quién tienes miedo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora