Cap 1. "Fastidiosa"

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Primero de enero, 2003.

¡Joder! ¡No recuerdo nada!

Tuve una noche de fiesta, como siempre, celebrando año nuevo con amigos; un poco de alcohol; un poco de droga; lo usual.
Pero esta vez sí que me pasé, ni siquiera recuerdo cómo llegué aquí.

Me encuentro en una cama, con una chica. No recuerdo quién es ella en ese momento, veo borroso. Parece ser bonita, pero debo centrar mis pensamientos en mi principal objetivo: la hora.

Mi padre me matará si no llego para el armado de los panes para el reparto. Ayer me advirtió que hiciera lo que quisiera mientras el negocio siga en pie y sin fallos. Eso significaría lo que están pensando, sí, no cagarla.

«Si nuestra empresa es famosa es debido a la puntualidad pulcra de nuestros negocios. Jamás falta ni sobra ningún cliente, y jamás llegamos tarde a ningún comercio. Ahora se preguntarán, ¿hoy? ¿Primero de enero trabajando? ¡Por supuesto! Otra característica destacable es que no tomamos descansos los días festivos.
¡Jodido sea el día que mi padre me tomó para seguir con el negocio familiar!»

Siguiendo en la búsqueda furtiva de mis ropajes y mis pertenencias en general, me sarandeo debido a mi inestabilidad física gracias a un hermoso mareo y a una dolorosa resaca.

—¿Alex?— pregunta la chica por lo bajo, irguiéndose levemente sobre la cama.

—Hola... Buen día...— hago un ademán con la mano para que me diga su nombre.

—Eliza, idiota— sujetó su sábana para taparse su torso desnudo.

—Muy bien, Eliza Idiota. ¿Me puedes ayudar a encontrar mi ropa? Me tengo que ir a trabajar. Lo que noto, no sabés a lo que me refiero.

—Eres tan idiota... No puedo creer que me haya acostado contigo— se cruzó de brazos, ofendida.

—¿Usamos protección?— pregunté serio mientras que la chica tiró mis cosas por la ventana.

—¡Lárgate, ahora!

No pude ni preguntarle la hora cuando me empujó para pasar frente a sus padres, en calzoncillos.

—Buenos días no-suegros— los saludé sorprendiéndolos a todos los presentes.

Llegué a mi casa poco más que corriendo, cuando abrí la puerta allí estaba mi hermano: el maldito engreído universitario; el orgullo de la familia. Me adentré sin siquiera dirigirle la palabra, cuando éste me tomó del brazo de abrupto.

—¿No piensas saludar, hermanito?

—¡Jódete, Wagner!

—Siempre tan simpático— olfateó sobre mi hombro—. ¡Hueles a rayos! Deberías darte una ducha.

—¿Qué hora es, capullo?

—¡Pendejo! No me provoques o te daré la golpiza de tu vida— sujeta el Rolex de su muñeca mirándolo detenidamente, «maldito engreído»—. Son las siete cuarenta y nueve.

—¡Joder! ¡Debo correr!

—Nunca cambias, hermanito.

Tan rápido como pude tomé una ducha, me puse el uniforme y me dirigí al galpón que se hallaba en el fondo de mi casa. 

No hay nada más tranquilizador que el saber que tienes el trabajo a un paso y puedes llegar tardísimo, haciendo enfurecer al patrón. 

Hermoso.

Al ingresar, los empleados no levantaron la vista hacia mí persona. Ya me las veía venir. Mi padre se pone histérico si las cosas no van de acuerdo al plan; le grita a todo el mundo provocando que el ambiente se tense.

¡Papi! |+18| «Bill Skarsgård»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora