Cap 6. "Sorpresa, sorpresa"

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15 mayo, 2004.

Ya llevaba el dinero suficiente como para alquilar un apartamento pequeño, en el centro de la ciudad, por un año entero. Pero necesitaba más. Quería asegurarme financieramente, y la única manera de lograrlo era siendo perseverante con las fuentes ilícitas de trabajo.

¿Cómo lo hacía? Bueno, en mis momentos libres me aseguraba de obtener la mayor información posible acerca de fiestas de fraternidades; fiestas universitarias en general; reuniones de jóvenes ricachones; para tener un mayor margen de venta.

Martir era el hombre que me proporcionaba la merca, que, al parecer, era de buena calidad. Los clientes, inclusives los novatos en el tema, volvían desesperados para que les proporcionara mayor cantidad de esos polvos blancos.

Este tipo era un pez gordo en el mundo del narcotráfico. Recuerdo haber entrado para negociar con él, la primera vez. Me recibió sentado, en una especie de trono, rodeado de sus gorilas enormes, armados hasta las pelotas, resultándole yo, un sujeto de su estima, por alguna gracia de la vida. Esto me acarreó una mejora en el precio y una mayor competencia para el mercado ilegal, dentro del ámbito juvenil.

Pero, ojo al dato: no todo era color de rosa. 

En una de las fiestas le arrebaté el negocio a uno de los principales vendedores de la zona. El tipo me amenazó de muerte. Debía de ser prudente, no podía arriesgar a la gente que quiero. Pero, ¿qué otra opción tenía? Si no hacía esto probablemente no saldría nunca más de la situación en la que me encontraba: viviendo como un parásito.

Estando en casa, acompañado de mi hijo— que dormía plácidamente—, comencé a contar el dinero sobre el escritorio donde solía estudiar. Los billetes de cien llenaban la mesa en torres de diez centímetros. Si todo iba bien, nuestro futuro iba a estar asegurada hasta que saliera de la universidad y pudiese conseguir un empleo decente.

Sentí la puerta abrirse suavemente y me impresioné, pegando un respingo. Traté, banalmente, de tapar la mesa con mi cuerpo delgado.

—Alex, ¿qué es esto?— Jessica se llevó las manos a la boca, denotando sorpresa.

Me aproximé hacia puerta para cerrarla y trancarla, pasando mi brazo detrás de ella.

—Es un negocio clandestino, no ilegal— justifiqué de manera estúpida.

—¿Se puede saber de qué tipo de "negocio" hablamos, Alex?— se cruzó de brazos con el ceño fruncido. Ella sabía de que se trataba, estaba al tanto de los embrollos de mi vida pasada. Además, no podía mentirle, era casi imposible. Parecía tener un detector incrustado en el cerebro y un radar en los ojos, manifestando su disconformidad con una mirada represiva.

—Vendo pañales, sin paquete, en una plataforma virtual— me burlé provocando que ella se pusiera con una tesitura más severa.

Suspiré poniendo ambas manos sobre mi rostro y sentándome en la silla de escritorio, como dejándome vencer.

—Alex, por favor. No hagas esto. Déjalo ya— se agachó y sostuvo mis manos, como si tuviera una enfermedad y ella se estuviese convaleciendo de la misma—. Aquí eres muy importante, no escuches a Olga. Nosotros haremos todo lo que esté en nuestras manos para que salgas adelante, pero no así. Esta no es la manera.

Su expresión suplicante y su proximidad física hacían que las palabras se perdieran en el aire, mientras que mi atención se enfocaba hacia su ser espiritual. Todo en ella era hermoso; siempre se estaba preocupando por mí; estaba pendiente de mi hijo; era la única persona con la que me podía descargar. No existía persona que tuviese la paciencia que Jessica me tuvo a mí, en ese momento.

¡Papi! |+18| «Bill Skarsgård»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora