Cap 8. "Mi vida es un desastre"

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27 agosto, 2006:

—Pendejo— dijo Wagner, con calma cínica, al otro lado de la celda—, pendejo... Pendejo... Pendejo y más pendejo.

—Por favor, hermano, estoy pasando un momento de mierda— expresé, suplicio.

—Alex...— Wagner miró para el piso, perdido como perdido en sus pensamientos. De seguro tuvo una especie de epifanía y sabía ¿Sabes qué?

—¿Qué?

—Eres un pendejo— escupió, mientras se engullía un pedazo de pan a la boca.

Bufé, resignado, apoyando mi cabeza en la reja de la celda. Sabía que lo que sucediera a continuación iba a desembocar en la cárcel, seguro. Y que, además, iba a tener a mi hermano recriminando mis problemas hasta el día en el que me enterraran tres metros bajo tierra.

La había cagado, lo admito, pero Wagner podía provocar que quisiera arrancarme las orejas para no escucharlo más. 

—Alex, eres mi hermano, y te amo: tú sabes que sí. Amo a Tomny: todos lo amamos. Espero que no saque tus genes pendejos, pero es lo más importante en mi vida. Pero te digo de corazón que tienes que tener fe o nada saldrá bien. Bueno, y si nada sale bien por o menos tienes el consuelo de que eres un pendejo.

—¡Al grano, idiota!— regañé por demás fastidiado.

—Muy bien, una abogada llegará en unos minutos. Yo deberé retirarme, pero necesito que le prestes real atención, es de las mejores...

—Te acuestas con ella, de seguro.

—Por supuesto que sí. ¿Qué comes que adivinas? La cuestión es que es buena, y lo más probable es que pueda reducir tu condena. Tommy está ahora con Jessica; luego veremos cómo nos turnaremos para cuidarlo. Sabes que esto no será fácil, él es muy apegado contigo, y, si bien adora a Jess, y, obvio, a su tío guapetón—, se señaló, altanero— te va a echar mucho de menos.

Se me partió el corazón al escucharlo, no lo había pensado lo descomunal que se había puesto la situación. Necesitaba a mi hijo, y estaría fuera de casa por quién sabe cuánto tiempo. Tal vez no lo vería crecer; ir al colegio; dejar el pañal; hacer amigos; y mucho menos organizarle fiesta de cumpleaños.

—Señor Victdomus— llamó un efectivo policial para Wag—, la abogada de su hermano llegó. Debe retirarse señor.

Mi hermano asintió, y se acercó a mi celda antes de irse, poniendo la cabeza entre los barrotes.

—Hermano...

—¿Qu...?

—Pendejo— se retiró luego de dedicarme ese alentador adjetivo.

Una mujer esbelta, fornida y llamativa se aproximó hasta las rejas.

—Señor Alexander, yo soy Alicia Kays, vengo a representarlo— extendió la mano y yo se la estreché—. Su situación es muy comprometedora, pero haremos lo posible para que su condena no sea de más de tres años.

— ¡¿Tres años?!— dije con un grito tan agudo que por poco rompe los vidrios del lugar.

«Bueno, no. Eso fue exagerado.»

—Así es, el juez dictaminó quince, pero le presenté a fiscalía un abreviado con pruebas adyacentes, que te desvinculan de la venta ilegal de estupefacientes, dejándote únicamente con el cargo de irrupción en propiedad estatal, por lo del cementerio, y un cargo por encubrimiento.

—¡Mierda! Tengo un niño pequeño, él me necesita— expresé desesperado.

—Estoy al tanto, Victdomus, pero no puedo hacer más por usted; cometió faltas graves ante la ley y, si todo sale bien, lo exonerarán de la más importante, la de venta ilegal de estupefacientes.

¡Papi! |+18| «Bill Skarsgård»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora