4 febrero, 2004:Conseguí un trabajo de medio tiempo a la vez que estudiaba por la noche. Éste año terminaría la secundaria, así que debía planear mi futuro universitario.
Edward, Amanda y sus hijas me acogieron a mí y a Tomás como la familia que nunca tuve, exceptuando a Wagner: habría conseguido un trabajo nocturno, de guardia de seguridad, para ayudarme económicamente y no ser un estorbo financiero para los Portair. Nunca había sido tan dedicado fraternalmente como ahora.
Si bien agradecía absolutamente lo que ellos hacían por mí, necesitaba avanzar rápido. Y la universidad no era un camino inmediato para mi independización. No me gustaría que, un día, llegase a tener algún tipo de problemas con la familia de Eddie. Un ejemplo de esto era la relación que tenía con Olga, que a veces se tornaba tediosa y complicada; me golpeaba, humillaba, y además de que me atomizaba a preguntas con respecto a mi hermano. Le había dedicado un par de advertencias a Wagner sobre la relación con esta chica, pero hablarle a mi hermano sobre cualquier tema que no fuesen de su interés, solo se podía comparar con entablar una conversación con el culo de Olga: al final se llenará de celulitis, se tirará flatulencias propias de una persona que come insanamente, pero jamás te prestará antención a lo que le dices. Y con respecto a Jessica, se había tornado mucho más madura, y teníamos un vínculo inquebrantable, con vaivenes de coqueteos.
Y Tomás, bueno, es un bebé. No hay mucho que decir, más que es lo más lindo que me haya pasado. Cada cosa nueva que hacía yo me enamoraba más y más de él. Todas las noches me levantaba varias veces para corroborar que se encontrara bien. Siempre estaba pendiente de todo; sus controles; sus vacunas; cada pequeña molestia, quejido y llanto anormal evocaba en innecesarias horas en el hospital. Me estaba tornando un tanto sobreprotector, lo admito. Pero si hubiesen vivido la mitad de las cosas que yo viví probablemente me entenderían. Él era lo más valioso que tenía en mi poco grata vida, y si le sucedía algo jamás me lo perdonaría.
Esa tarde yo venía del carrito de comida rápida, bastante exhausto. Mi jefe era un tanto complicado.
Me encontré a Jessica cuidando a Tomás— generalmente lo hacía Amanda—. Estaba en la cocina, haciendo unas tortillas— no, no heredó el toque culinario de su madre—, mientas Tom se encontraba en su sillita haciendo todo tipo de destrozos con su papilla.
—Buenas tardes, Alex. ¿Cómo te fue?— preguntó ella, con un tono que a mi me resultaba encantador.
—¡Cuánta formalidad, Jess! Bastante cansado. ¿Tú no tenías clases de patín hoy?
—Sí, pero mamá tenía que ir a ver a la abuela, así que concordamos que yo me quedaría con Tommy.
—No quiero generar molestias. La próxima vez me avisan por mi teléfono móvil y yo pediré salir antes del trabajo.
—No te preocupes, Alex, yo accedí gustosa. Amo cuidar a Tom y sé que él lo ama también. Es tan tierno que siento ganas de dejar de ir a todas mis clases para quedarme, aunque sea, a contemplarlo — se aproximó a las hornallas y sacó la sartén dell fuego—. Toma, come algo. Luego tendrás que ir a la universidad, y no puedes estudiar con el estómago vacío.
Sirvió una de esas tortillas con pinta de suela de zapato en un plato. Me lo arrimó junto con unos cubiertos y una gaseosa en lata.
—Me estás mimando demasiado, Jes. ¿Acaso quieres que me enamore de tí?— Esa pregunta hizo que se pusiera nerviosa, ruborizándose. Me gustaba jugar con ella de este modo. Era un tanto cruel, pero sabía que en el fondo consentía este tipo de actitudes.
—Serás tonto. Si te enamoras de mí es porque quieres no porque yo te provoqué.
Me aproximo a ella dejando el almuerzo a medio comer.
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¡Papi! |+18| «Bill Skarsgård»
Teen Fiction★Nadie es perfecto. ★Nadie nace perfecto. ¿Sinónimo de "errar"? Pues, es mi nombre, con apellido y todo. Me llamo Alexander Victdomus, y soy el clásico ejemplo de lo que no se debe hacer. Si te gustan las historias con progreso personal, muchas caga...