Seis de febrero, 2003:
En mi casa todo seguía igual: las tensiones, los desprecios. El único suceso que tuvo lugar, entre esos inhóspitos días con mi padre, tuvo que ver con Eddie y una invitación para pasar un fin de semana a mi padre, a mi hermano y a mí, en su cabaña a las afueras de la ciudad. Tuve la oportunidad de pasar unos agradables días inmerso en ese universo, lejano a la realidad, durante mi infancia. Ya habían pasado unos cuántos meses de haber tenido esa dichosa oportunidad. Debo de admitir que sentía una ligera ansiedad por sentir la paz que emanaban Eduard y su familia, y, un poco de curiosidad por la chiquilla de Jessica. No sabía a qué se debía esta inquietud, pero suponía que se trataba de nada menos que las preguntas incoherentes que le había hecho en la oportunidad anterior. Además, mi padre se comportaba de otra manera cuando se hallaba Ed en el mismo espacio; pareciera como si hubiese tenido un poder apaciguador sobre él.
Estaba en mi habitación, aprontando mis pertenencias en una valija, al momento que ingresó mi padre.
—Espero que no vayas a esnifar en todo el fin de semana, Alex— suspiré y sobé mi cabeza con la mano, para tratar de bajarle a la tensión que me provocaba escuchar sus reproches.
—Tranquilo, viejo. Ni me has pagado la quincena— dije de manera cínica, y, entre resongos y protestas, abandonó mi habitación. Detrás venía mi hermano, que se adentró sin siquiera tocar.
—¡Oye! Tienes una llamada de una tal Eliza.
—¿Qué?— pregunté tratando de procesar el origen de ese nombre en mi base de datos cerebrales, con mis neuronas poco funcionales.
—Sí, dice que es importante.
Bajé las escaleras y tomé el auricular del teléfono. Me costó un poco tratar de recordar de quién se trataba hasta que escuché su voz. No asociaba su nombre con su rostro. Eliza era una chica que me gustaba bastante. Era una de las más bonitas del instituto. Se sentó frente a mí alrededor de tres años consecutivos en secundaria. Jamás creí que ella podría siquiera mirarme, hasta que, aquel día, en la fiesta de año nuevo, Luca, mi único amigo, hasta ese momento, me la presentó.
—¿Aló?— saludé con simpatía.
—¿Alex? Escúchame, debo hablar contigo de algo importante.
—¿Qué quieres, Eliza Idiota?— sonaba a problemas, y a mí los problemas me perseguían. Obviamente no quería que estos se interpusieran en mi objetivo del descanso emocional, por tanto, ya comenzaba a sentirme molesto.
—Estoy embarazada, Alex. Y el bebé es tuyo.
Comencé a reír eufórico ante tal banalidad de palabras.
Porque la ignorancia era una de mis habilidades más destacables , y la empatía me la pasasba por la raya del culo.
—Sí, claro, Eliza. Nos vemos. Dale un saludo a tu novio de mi parte.
—No, espera...— no la dejé terminar y colgé de golpe el teléfono.
Cuando me iba retirando volvió a sonar y Wagner lo atendió.
—¿Sí? Ajá... Está bien... Le pasaré el recado.
Mi hermano se acercó a mi y me propinó un golpe de mano abierta en la nuca.
—¿Eres imbécil o qué te pasa?
—¿Yo? ¿Por qué?
—No te hagas el idiota. Embarazaste a una chica. Papá te va a matar si se entera.
—No me interesa si le dices o no. Además, esa chica tiene novio. La ví más de una vez pasar por mi lado con el chico. Seguramente se confundió.

ESTÁS LEYENDO
¡Papi! |+18| «Bill Skarsgård»
Teen Fiction★Nadie es perfecto. ★Nadie nace perfecto. ¿Sinónimo de "errar"? Pues, es mi nombre, con apellido y todo. Me llamo Alexander Victdomus, y soy el clásico ejemplo de lo que no se debe hacer. Si te gustan las historias con progreso personal, muchas caga...