El idiota de Luciel venía cargado de cólera. Los tres parecían haberse pegado la follada de su vida, porque mi hermano, Olga y el pendejo del novio de Jess venían acomodándose sus ropajes, cremalleras y cinturones.—¡Idiota! ¡Te dije que la sueltes!— me ordenó el muy cabrón.
—No, gracias. Así estoy bien.
Continué mi camino con la chica en brazos hasta que el tipejo me detuvo, tirándose encima de mí, provocando que cayéramos a los tres al suelo de césped. Jessica rodó colina abajo, inconciente.
«Nota mental: Recuérdenme nunca dejarla volver a tomar bebidas alcohólicas. No sabe emborracharse.»
Sentía los torpes pero duros golpes de puño de Luciel en mi cabeza. Por suerte para mí, los días en la cárcel luchando para salvar mi trasero de ser destituido de su virginidad, por tantos presidiarios peligrosos, no fueron en vano. Con la fuerza que ello conllevaba, levanté mi cuerpo, con Luciel arriba, con algo de dificultad, y lo lancé a un costado. Luciel pegó un grito ahogado de dolor, mientras que yo me dirigí para socorrer a Jessica que yacía dormida cual princesa de Disney, «con la diferencia que a ésta se le veían las bragas —su vestido era demasiado corto—. Estaba borracha hasta los ovarios, y roncaba como viejo fumeta».
—¡Jessica, despierta!— La sacudí abruptamente, pero su estado le impedía siquiera reaccionar.
—¡Alex ten cuidado!— advirtió en un grito Olga.
Cuando volteé vi que el muy idiota de Luciel venía a toda velocidad, hacia mí, con una piedra enorme entre sus manos. No esperé a que llegara a golpearme para lanzarme sobre él de manera tan abrupta, que ambos caímos al suelo.
—¡Tranquilízate, infeliz!— azoté su rostro con un golpe de mano abierta.
—¡No! ¡Tú te quieres tirar a Jessica! ¿Crees que no me dí cuenta de lo que tienen ustedes? ¡Más te vale que la dejes en paz!
—¡No me amenaces, Luciel! Tú podrás ser un niño rico pero yo tengo mis contactos.
Wagner me empujó a un lado de una patada.
—¿Se pueden calmar, mierdas? Vinimos a pasarla bien y ustedes la tenían que cagar.— Apoyó sus manos sobre su sienes—. No puedo creer que peleen como pendejos. Tú eres un viejo que puede tener lo que sea, no sé cómo te puedes sentir inseguro con un pendejo como Alex.— Volteó su rostro hacia mí—. Y tú...— suspiró—. Déjate de payasadas y aléjate de Jessica hasta que las cosas se calmen.
—Creo que eso es decisión de ella, no tuya— dije, tratando de retrucarle.
—¡Alex! Por una vez en tu puta vida hazme caso— suplicó mi hermano, frustrado.
—¡Está bien! Como sea.
Me retiré del lugar, pero no sin antes echarle un vistazo a Jess, que se encontraba apoyada en las piernas de Olga. Una sensación de desolación recorrió mi cuerpo.
«Tal vez mi hermano tenga razón. La he cagado demasiado, y ahora tenía a Tommy que dependía de mí.»
Suspiré cansado de los problemas, mientras caminaba hasta la rambla, frente a la playa, a un kilómetro del bar donde habíamos ido a enfiestarnos.
Pasó como una hora cuando Olga se acercó a mí, en plan de paz.
—¿Estás bien?— preguntó al tiempo que se sentaba a mi lado. Tomo un mechón de cerquillo que me sobresalía, y lo colocó detrás de mi oreja.
—¿En serio me lo preguntas? ¿O es sarcasmo?
—Es en serio, imbécil.
Suspiré como por enésima vez.
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¡Papi! |+18| «Bill Skarsgård»
Novela Juvenil★Nadie es perfecto. ★Nadie nace perfecto. ¿Sinónimo de "errar"? Pues, es mi nombre, con apellido y todo. Me llamo Alexander Victdomus, y soy el clásico ejemplo de lo que no se debe hacer. Si te gustan las historias con progreso personal, muchas caga...