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Cáp. 18: Incidente

Una semana después, el pequeño rumor sobre el heredero Taisho, dejó de circular. La fiesta en la mansión Lancaster había ayudado mucho y más cuando Inuyasha había dejado claro que quería disfrutar de su esposa, antes de tener su primer hijo con ella. Todo esto tranquilizó de manera considerable a Kagome y el rumor se extinguió tan rápido como apareció.

- Oh, llegó carta de Sango – exclamó una emocionada Izayoi mientras revisaba la correspondencia – Toma querida ábrela y léela…

- Al parecer ya hay heredero en Aberdeen – sonrió Kagome mientras terminaba de leer la carta de su amiga.

Era breve, simplemente contaba que ya había nacido el bebé, que ambos estaban bien y que un emocionado Miroku no dejaba de revolotear alrededor de ambos.

- Me alegra tanto por ese par… - dijo Izayoi emocionada.

- Buenas tardes… - entró Inuyasha a la sala de estar.

- Hijo, pensé que no vendrías a almorzar, ¿no estabas con Wellington? – preguntó la duquesa viuda.

- Así es, pero las cosas terminaron pronto y quise venir a casa, ¿tiene algo de malo madre? – bromeó dándole un beso en la mejilla.

- Claro que no cariño, voy a decirle a Totosai que ponga tu puesto en la mesa…

- Señora… - se acercó a Kagome en cuanto quedaron solos en el cuarto – Me permite decirle que esta mañana esta usted radiante…

- No creo que a mi esposo le agrade mucho su halago señor

- ¿Cree que me retara a un duelo?

-Ya deja de decir tonterías Inuyasha – se rió golpeándolo con un cojín del sillón - ¿Todo bien en la reunión? – preguntó cuando este se sentó a su lado.

- Sí, las mismas cosas de siempre, impuestos, normas del parlamento

- Llegó una carta de Sango, ya nació el bebé…

- Sí, me enteré esta mañana – Kagome lo miró contrariada – Miroku me envió una carta – explicó.

- Ya, Sango me dijo que estaba muy emocionado…

- Y si que lo está

- ¿Qué estás haciendo? – preguntó Kagome cerrando el libro que había estado leyendo

Inuyasha sonrió divertido, mientras soltaba los puños de su abrigo y desataba el pañuelo que tan pulcramente le había sido atado esa mañana.

- Me estoy desnudando… y tu harás lo mismo cariño… - dijo el duque, sonriendo aún mas ampliamente cuando ella se sonrojó.

- ¿Estás loco verdad?, estamos en la sala de estar, cualquiera nos puede ver

- Se puede cerrar la puerta – y dicho y hecho volvió a acercarse a ella, con la impecable camisa blanca de su traje, con los cuatro primeros botones ya sueltos – Vas perdiendo cariño… ¿acaso quieres que sea yo quién te desnude?

- Inuyasha… - musitó cuando este comenzó soltar uno a uno los botones en la espalda de su vestido – Alguien puede vernos

- Cerré la puerta cariño y nadie entrará, saben que estoy aquí…

- Pero aún así…

Eso fue lo último que pudo pronunciar, los labios de Inuyasha se cerraron sobre los suyos y ella se rindió a su seducción. En menos de un minuto el duque la tomó en brazos y la recostó sobre el sofá, en que se encontrara sentada antes.

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