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Epilogo:

Las olas rompían contra la arena dorada y las rocas del acantilado, volviéndose espuma y regresando al interior del agua. El sol destellaba en la alto, adornando el paisaje maravilloso, a contraluz de este se podía ver un desfile de gaviotas que volaban trazando ondas en el cielo y bajaban hasta la playa una vez localizado su alimento. El cielo esta de un límpido azul, ni una nube se veía, todo estaba soleado, un mágico día de verano, como todos los que se contemplaban en el sitio.

- ¡Mira papá un cangrejo!...

La pequeña voz le hizo borrar sus pensamientos sobre el paisaje, levantó su cuerpo de la arena en la que yacía extendido y se giró para contemplar a su pequeño.

Un niño de unos seis años, corría como si la vida se le fuera en eso, sus cabellos de color negros azabaches ondeaban con el viento traído por las olas, tenía un gigante sonrisa plasmada en su rostro, mientras perseguía a un indefenso cangrejo que se acercaba cada vez más a la orilla del mar, finalmente una ola llegó y se lo llevó consigo.

- Oh… - soltó un suspiro el niño, luego se giró hacia su padre y corrió hacía él – ¿Lo viste papá?... Era inmenso – dijo a la vez que extendía sus manos a sus lados mostrando el tamaño del animal.

- Claro que lo vi… - sonrió a su pequeño mientras se levantaba y sacudía la arena de sus pantalones desgastados de montar.

- Tienes la cabeza llena de arena – le dijo el niño riendo.

- ¿Ah sí?... – Él niño asintió risueño y este lo miró igual – Entonces habrá que quitársela con agua…

- ¡No, papá!... – gritó el pequeño mientras era alzado por el aire y llevado a las carreras hasta el mar, el agua le salpicó el rostro y el sonrió mientras cerraba los ojos - ¡Mami, ayuda!...

- Senkai eres un cobarde… - una pequeña vocecita a sus pies llamó la atención de Inuyasha.

Una niña de la misma edad, los miraba desde la grandeza de toda su baja estatura, con los brazos cruzados.

- No lo soy… - dijo el pequeño a su hermana – A ti no te tienen de cabeza…

- Tu hermano tiene razón Sakura… - le dijo mientras la tomaba de la cintura y se la echaba al otro hombro – Ahora tengo a dos peces en mis hombros…

- No somos peces… - rebatió la niña riendo a la par que su hermano.

- ¿Ah no?... Pero están tan mojados como uno… - y dicho esto los soltó en el agua, justo a la altura que era, no demasiado hondo, pero ellos sabían nadar.

- ¿Estás siendo malo con los niños…? - unas suaves manos se deslizaron desde atrás por su cintura y subieron por su pecho desnudo. Los tiernos labios que habían susurrado en su oído dejaron caer un beso en su cuello, mandando una ola de calor, si era posible sentir más, por todo su cuerpo.

- Con quién seré malo es contigo… - susurró mientras miraba la figura de su esposa sonriendo a sus espaldas.

- ¡Mamá… papá nos mojó!... – se quejó la niña cuando ambas cabecitas salieron a la superficie sonriendo.

- Ya están con sus cosas de nuevo… - dijo el pequeño mientras chapoteaba en el agua alejándose de ellos.

- Es horrible… - estuvo de acuerdo a la niña nadando al lado de su hermano – ¿Crees que hayan galletas de la nana Kaede en la cocina?

- No sé… - ambos ya salían por la orilla – ¿Una carrera a la casa?

- ¡Senkai, no seas tramposo!... – gritó la niña mientras corría tras su hermano.

- Ya se fueron… - susurró Inuyasha mirando el camino que llevaba a Knighton Hall.

- Inuyasha, eso suena horrible – sonrió Kagome girando su cabeza para ver a sus pequeños corriendo entre risas.

- Bueno, pero me vas a decir que no te morías de ganas por tenerme para ti solo… - le dijo mientras caminaba mar adentro arrastrándola consigo.

- Estamos siendo un poco presumidos señor Taisho… - se colgó a su cuello mientras se dejaba dar pequeño besos en sus labios.

- Digamos entonces, que yo te quería para mí solo duquesa… - cuando el agua lo cubrió hasta el pecho se detuvo, bajó sus manos que descansaban en la cintura de ella y tomó el dobladillo de la camisola – Nada debajo… me encanta…

- Lo sé…

- Sí… creo que en tanto tiempo ya sabes que me gusta. ¿Entonces, sabes lo que te haré ahora?

- Me hago una idea…

Inuyasha le dedicó una sensual sonrisa a su esposa, una que ella le devolvió. ¿Cuánto había pasado?... No estaba muy seguro, los hombres no contaban el tiempo, para él valía cada segundo, cada momento vivido a su lado. Ahora no se arrepentía de nada, volvería a vivir cada una de las cosas si al final ella estaría como recompensa. Ella y sus hijos por supuesto. Bueno, podría omitir un par de desafortunados detalles, pero eso estaba en el pasado. Lo importante era el presente, estar cada día junto Kagome, mirarla cuando el sol despuntaba, hacerle el amor con pasión, locura, amor… Como solo ambos sabían acoplarse. Lo único que importaba, era ese brillante futuro que se asomaba para ambos.

- No te hagas ideas… Yo te muestro… - susurró antes de devorar sus labios.

FIN

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