TRES

54 10 3
                                    

Sí estás disfrutando la historia, no olvides votarla, comentar y compartirla.

Sí estás disfrutando la historia, no olvides votarla, comentar y compartirla

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Temía al momento en que este día llegara. Las manos me sudaban tanto que las repasaba por mi pantalón. Podía sentir el sudor perlando mi frente y mi corazón martillar.

La mirada de mi padre me encogió por completo, cubierta de una estela oscura de vergüenza y decepción. Estaba sorprendido, quizá. Pero también estaba cristalizada y enrojecida.

—¿Qué fue lo que dijiste?—Su tono destilaba una amenaza tácita. Me estaba dando una segunda oportunidad para rectificar lo que le había confesado.

—So... so-so-soy gay—tartamudié, apenas con un hilo de voz.

Sentí la exhalación de mi padre en los huesos, esa que dilató sus fosas nasales y me minimizó.

Su puño impactó contra el escritorio de madera noruega, agrietandolo, dejándome tieso.

Un segundo después, su cara estaba a milímetros de la mía, con dientes apretados y mandíbula tensa, su aliento apestaba a alcohol.

—Voy a enseñarte a ser un hombre de verdad—graznó. Sus puños cerrados en el cuello de mi camisa. Cerré los ojos con fuerza para retrasar las lágrimas ante lo que se avecinaba.

 Cerré los ojos con fuerza para retrasar las lágrimas ante lo que se avecinaba

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Desperté en busca de aire, bañado en sudor y con el corazón en la garganta. Mis manos temblaban al igual que mis pies al fijarlos al suelo y enderezarme en la cama. Tenía la garganta seca. Me di cuenta que lloraba cuando sentí la humedad en mis labios, saladas. Limpié mis ojos y sisié ante el dolor del moratón en mi mejilla.

Necesitaba un vaso con agua.

Al tomar mis anteojos me di cuenta que el reloj marcaba las 3:30 AM.

Baje a la cocina en un short gris de algodón y nada más que eso. Me percaté de que la luz del despacho de padre estaba encendida, por lo que supuse estaba en casa. Continué a la cocina, me serví el agua y la bebí toda de un solo trago.

Sentí como me refrescaba y, escasamente, me serenaba.

Al regresar, caminé hasta el despacho de padre, pero cuando estuve por tocar, un escalofrío subió hasta mi cuello y me llenó de miedo. Me sentí muy mal en ese momento, así que me alejé y huí hasta mi cuarto.

GREGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora