ONCE

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Hacía un tiempo perfecto para lo que hacíamos. El cielo era de un majestuoso azul, tan brillante como el halo sobre las nubes aterciopeladas. El sol solo hacía mejores las cosas, desde esta altura se veía resplandecer sobre toda la ciudad, en especial sobre las corrientes del río a las afueras.

Había otros en el aire con nosotros, eran de otros colores muy variados y brillantes. Yo solo podía sonreír a todo mi alrededor. Leo tenía una sonrisa igual a la mía, pero él me estaba mirando a mi.

—Gracias—musité por quinta vez.

—Es suficiente, ya me has agradecido bastante, cariño—Se acercó a mi lado y nos quedamos en silencio disfrutando la vista y el olor característico del aire puro.

El sonido de la llama que nos mantenía en el aire era todo lo que podía escuchar, constante y fuerte. Me concentré en él todo el rato hasta que el sol empezó a perder su fuerza y el cielo se volvía rosa.

—He estado...

—Tengo miedo...—Ambos, Leo y yo hablamos al mismo tiempo.

—Te escucho—Le dije con una sonrisa, pero el negó posando su palma sobre la mía al borde de la cesta gigante sobre la que estábamos.

Suspiré.

—Desde mi cumpleaños he estado teniendo una sensación extraña sobre mi—Empecé. Me dediqué a mirar a los demás en sus globos—. Es como una sombra, un peso en mi pecho, no lo sé.

>>He tenido pesadillas extrañas donde...—Sentí mis orejas calentarse al recordar cómo iniciaban las pesadillas—. Empiezan como un sueño y todo luego se siente muy feo. Alguien me grita y trata de... matarme.

—¿Por qué no me habías dicho nada?—La preocupación estaba sobre los ojos de mi mejor amigo.

—Hemos estado ocupados, no sé, quizá no quería exteriorizar mi miedo.

—Has estado actuando extraño estos días, y toda esta cosa con Greg, ¿Tus pesadillas tienen que ver con él?

Greg. Ni siquiera quería pensar en él. Cuando recordaba todo lo que he hecho por él una chispa de enojo se enciende en mi pecho. Me siento como un estúpido al rededor de él, además de que ni siquiera es una buena persona.

—¿Son por él? ¿Te ha hecho algo? Juro por Dios que que si el maldito te ha hecho...

—No—Lo detuve. Él me giró para quedar ambos frente al otro y no pude verlo a la cara.

—Ni siquiera puedes verme, las pesadillas son por él. Voy a mandar a matar a ese idiota.

Mis lágrimas empezaron a picar sobre los bordes de mis ojos y la punta de mi nariz. Estaba enojado conmigo, estaba enojado con Greg, estaba frustrado porque no sabía que pasaba conmigo y la furia solo me hacía querer llorar. Así que lo hice. Lloré, me abracé a Leo quien solo me abrazó susurrando palabras bonitas y cosas que ni siquiera entendí. Todo esto me había superado.

—No sé... qué es lo que me pasa—Hablé sobre los hipidos de mi llanto—. Ni... Ni siquiera puedo... ver a padre. Me siento... enfermo con... él.

Leo me separó del abrazo y me tomó de las mejillas para verme directo a los ojos. Limpió las lágrimas que rodaron antes de hablar.

—¿A qué te refieres? ¿Por qué tú padre?

—No sé, es como... empiezo a sudar y tem-temblar... Tengo miedo—Lloré.

Luego de lo que parecieron horas o algo así, la verdad a penas y el sol estaba ocultándose entre las montañas y nuestro globo empezaba a descender, dejé de llorar y me sentí mejor. La pesadez se había ido y ya no me sentía irritado.

GREGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora