TRECE

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Eso de que hay cosas que es mejor cocinarlas a fuego lento es completamente cierto

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Eso de que hay cosas que es mejor cocinarlas a fuego lento es completamente cierto. Llegué a la conclusión de que mi deseo había estado cosiéndose a baño de maría durante una semana.

Después de que regresé a casa esa noche, me hubiera reído de la expresión del taxista cuando me dejó frente a la mansión, sino fuera porque mis ánimos estaban por los suelos, de nuevo.
Lo primero que había hecho era ir directo a mi habitación y quitarme la ropa, me metí a la regadera de cascada con agua caliente y me bañé por casi dos horas. Eliminando con fuerza los rastros del miserable que me había atacado en el cubículo del baño. Pero eso no borró los mordiscos ni las marcas de sus manos sobre mi piel.

Greg. El imbécil me había citado en Vehemen y gracias a eso pasó lo que pasó, pero también me defendió y me pidió un taxi. Me había enojado, me había confundido, me hizo sentir miserable. Había llegado a la conclusión de que dejaría de enrollarme la existencia por él. Habían más hombres en el mundo y yo estaba muy joven para dejar que un bruto me tratara como nada.

El lunes me levanté temprano para ir al gimnasio y de ahí a clases. El hecho de ver salir a Leo del club esa noche seguía dándome vueltas en la cabeza, pero no contestó mis mensajes y no tuve oportunidad de verlo en la facultad. Leo estudiaba en la facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, específicamente Derecho. Pero también amaba las matemáticas y era buenísimo en ellas, así que era preparador en otras facultades como la mía.

No fue sino hasta el viernes en la madrugada que recibí una llamada suya. Eran las 3:15 AM. Yo seguía sentado en mi cama king say terminando una investigación sobre la migración forzada de algunas especies marinas.

—¿Qué haces despierto a esta hora, Andy?—Soltó una risita—. Creí que no contestarías.

Una media sonrisa se instaló en mi cara antes de apartar la laptop de mi regazo e ir al balcón con vista a la alberca del jardín trasero. 

—No debería contestarte. Desapareces una semana y ni siquiera me mandas un mensaje—. Fruncí mis labios y ajusté mis lentes—. ¿Qué pasa contigo?

Un minuto de silencio. Algunos ruidos de parte de su línea y después un suspiro.

—Te veré mañana para el almuerzo. Descansa, Andy—Colgó después de mandarme un beso.

Yo quedé procesándolo un tiempo hasta que el frío me erizó la piel y volví adentro. Algo estaba pasando con él y lo hablaríamos mañana. Bueno, hoy. Leo jamás me hubiera cortado una llamada así. A eso de las siete en punto el sonido de la puerta siendo golpeada me despertó.

Me senté en la cama con los ojos cerrados al tiempo que la puerta se abría.

—Saldremos en una hora, tú y yo—La voz de padre me abrió los ojos al instante—. Recoge este desastre, báñate y ponte ropa deportiva.

GREGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora