CUATRO

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—Ajá, ¿Y entonces?—Gregorio escupió la pregunta con hastío, pero algo en él parecía no encajar todavía

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—Ajá, ¿Y entonces?—Gregorio escupió la pregunta con hastío, pero algo en él parecía no encajar todavía.

Ni siquiera se fijó en mi, cosa que agradecí, simplemente esperaba la respuesta de Andras.

—No perderé clientes por tu mal genio—. La manera en la que Andras habló fue como si diera por zanjado el tema—Yo no doy segundas oportunidades—Me miró serio, luego a Greg que podía sentirlo tras de mi—, y lo sabes.

Fruncí el seño y me gire a ver a Gregorio, él solo me hundió más con su mirada de odio antes de, maldiciendo, abrir la puerta para irse.

No podía irse. El tipo quería matarme con sus propias manos, trabajaba en la universidad y eso solo le daba más oportunidades para atacarme de cerca. Si bien podía buscar una forma de mantenerlo lejos, yo no era así.

Bastaba unas palabras a madre y mi preocupación por Greg acabaría, pero no lo haría. Me había metido en este problema solo y lo arreglaría, además no podría cargar con la culpa si acababa en la cárcel o en un hospital. Bruto o no, el tipo era una persona inocente.

—¡No!—Me levanté del asiento y miré entre greg, que se había detenido, y Andras—. Él tendrá de regreso su trabajo y todo lo que pasó quedará olvidado.

Quise parecer autoritario, pero solo di la sensación de desespero.

Andras me miró con fastidio, se inclinó sobre mi con las palmas sobre su escritorio y exhaló cada palabra conteniendose.

—Vete a casa, Andy—Andras podía ser un hombre meticulosamente cerrado con su carácter, al menos con la gente importante a su alrededor, pero supe que esa sería mi última advertencia.

Necesitaba hacer uso de algo que no era propio de mi, pero que mi madre y mi padre me habían enseñado.

Manipular.

Greg volvió hacia la puerta pero le susurré un no demasiado débil que afortunadamente escuchó.

Yo estaba asustado ante lo que haría.

—Greg volverá a su trabajo y tú dejaras las cosas así. Mi madre olvidará esto y yo no fastidiaré más.

Me había inclinado justo como él sobre el escritorio. Trataba de mantener mi semblante impasible, pero mi voz no estaba tan segura como mi cuerpo.

—Ambos sabemos que el club es lo que es gracias a la red de tráfico que guardas aquí—Tomé aire y me senté.

Había captado toda la atención de Andras porque ni siquiera pestañeó mientras me miraba con la mandíbula tensa.

GREGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora