DOCE

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V O T A , C O M E N T A , S I G U E M E

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V O T A , C O M E N T A , S I G U E M E .

El pánico era una soga al rededor de mi cuello que impedía que mis náuseas pasarán al siguiente nivel. La luz del baño me cegó cuando fui empujado hasta un cubículo al fondo.

—Dejame ir, yo...—Los labios del hombre alto y borracho frente a mí me callaron de manera brusca. Era un rubio de manos grandes.

—Detente—Supliqué entre los mareos que me desorientó y la bilis subiendo por mi garganta.

—Cierra la boca—Luego me tomó la camisa y la rompió. Yo estaba a segundos de entrar en histeria.

Mis sentidos eran un borrón lento entre la realidad, una horrible realidad. Traté y traté de alejarlo pero mis manos temblorosas no podían con el hombre sobre mí. Me giró y me mordió el hombro tan fuerte que lloré.

—Basta, por favor...—Las lágrimas salieron una tras otra.

Casi me fui de boca contra la baldosa de la que me apoyaba escuetamente. Mis pantalones fueron a dar a mis rodillas junto a mi ropa interior y ahí me puse caótico. Entré en pánico y mi cerebro se sintió arder. Era la peor sensación del mundo. Quería gritar y moverme, pero solo estaba petrificado. Hubo un flash en mi mente con un rostro que me gritó. Parecía familiar, pero tan rápido como vino se fue.

Una nalgada, dos, sus manos en mis hombros , mi cabello y sus dientes en mi espalda. Lloré y me quejé, pero nada más. Y eso solo me hizo sentirme peor.

De un minuto a otro ya no estaba en el baño del club, estaba tirado en el suelo sin saber realmente lo que me rodeaba. Solo me sentía miserable y asustado. Escuchaba gritos y ruidos extraños.
—¡Maldito bastardo!—Aquel grito se filtró en mi realidad, esa donde estaba tirado en el suelo hecho un ovillo, y me trajo de regreso al baño.
Ya no estaba siendo empotrado contra el inodoro en el pequeño espacio, ahora solo escuchaba golpes. Me desvanecí a un lado del inodoro abrazando mis rodillas.

Quería vomitar y todo me daba vueltas. Mi cuerpo entero temblaba de pies a cabeza y los mordiscos en mi espalda ardían. Dios, me sentía tan vulnerable y sucio. Un chasquido hacía eco en mi mente. Veía borroso, pero aquel semblante hosco y ojos verdes solo eran propios de un hombre. Greg. Parecía hablarme, pero yo estaba muy lejos de ahí, ni siquiera quería verlo. Nada de esto hubiera pasado si él... Oh, Dios, aquí viene. Me giré y abracé el inodoro para vomitar. Luego de eso me desvanecí por unos segundos.

—Esto tiene que ser una jodida broma—Aun podía escuchar a Greg gruñir y quejarse. Me tomó en sus brazos calientes y me dejó sobre la superficie de lavabos frente al enorme espejo.

Abrí los ojos y lo primero que ví fueron los de él. Tan cerca que podía respirar de su aliento. Era hermoso, tan varonil. Se separó y me tensé cuando tomo mis pantalones.

—Relajaté—gruñó. Luego me subió la ropa interior y el jean negro. Fue tan vergonzoso que me viera desnudo.

Mi respiración estaba descontrolada, mi camisa estaba a un lado del tipo en el suelo. Rota, inerte, igual que el cuerpo grande del rubio. Sangraba por la nariz, un caos rojizo sobre la cerámica negra del suelo.

GREGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora