DIEZ

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Podía oler la pesadez del alcohol en el aire picandome la nariz, junto con la intensidad del olor a tabaco

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Podía oler la pesadez del alcohol en el aire picandome la nariz, junto con la intensidad del olor a tabaco. No sabía muy bien dónde estaba, pero en ese momento solo podía pensar en aquellos ojos verdes que me miraban con hambre. Greg estaba de pie frente a mí, parecía mucho más alto de lo que era o yo estaba mucho más pequeño, pero me observaba desde arriba.

—Te gusto—afirmó con fuerza al hablar—, ¿Es lo que quieres?—gritó.

Un parpadeo después estaba sobre mi, comiendo de mi boca, succionando mi labio inferior mientras sonreía. Yo solo podía gemir al sentir mi cuerpo calentarse con aquella rudeza al tomarme.

—Eres un marica y voy a darte lo que quieres—Quise protestar ante sus insultos, pero sus manos se sentían tan increíbles sobre mi cuerpo, tan expertas, que no tuve la fuerza para responderle.

Estaba sobre un escritorio, con el torso desnudo, Greg me sujetaba con una mano firme sobre mi cuello y la otra sobre mi cintura. Sentía como mi piel ardía con cada roce de su pelvis contra mi culo. Era fenomenal cada chispa provocada por la fricción de nuestros cuerpos.

—Por favor—supliqué—, házlo, por...

Greg volvió a tomar mis labios y está vez su lengua no dudo en azotar la mía, entretenerse con mis dientes y después lamer mi aliento. Sentí el movimiento brusco de sus manos al sacarme el mono de pijama sobre mis pies, después mi ropa interior hasta que estuve completamente desnudo.
Intenté sentarme y alcanzarlo para desnudarlo, pero con una mano fuerte sobre mi pecho me mandó de espalda al escritorio y elevó mis piernas posteriormente.

—Vas a sentir mi dolor como tuyo—gruño entre dientes. Sus dientes rasparon mi clavícula hasta llegar a mi mandíbula, besó, chupó, mordió, realmente se dedicó a ello.

Yo solo podía gemir tan fuerte, tan feliz, tan... entregado. Cuando llegó al lóbulo de mi oreja, su glande estaba tocando la unión de mis nalgas, barriendo la piel con la muestra de placer escurriendo gota a gota de su longitud.

—Oh Dios. ¡Greg!—grité. Sentía como su miembro se incrustaba con crudeza entre mis nalgas a la par que sus dientes mordía mi cuello.

Greg solo gruñía de placer al llegar tan adentro. Yo estaba llorando tanto por el dolor como por el placer, se sentía casi como si fuera mi primera vez. Era demasiado intenso.
Al momento en que sus empujes se volvieron más rápidos yo no alcance a pensar en nada que no fuera sentir. Ni siquiera podía ver, estaba apretando mis ojos tan fuerte como mordía mi labio inferior para no gritar una y otra vez.

Hasta que el placer se volvió dolor y sus besos se transformaron en mordidas. Estaba siendo realmente bruto.

—Greg... No, por... favor.

No sé detuvo. Al contrario me miró con una sonrisa en su cara y soltó mis piernas para aferrarse con ambas manos a mi cuello. No podía respirar.

GREGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora