Capítulo 19

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  Lo siento por todo, por todo lo que he hecho, desde que nací, ya tenía un arma cargada y luego disparé, y formaba agujeros en todo lo que amaba.-Shots, Imagine Dragons 

Natalia

Mi primer recuerdo de Tommy era de cuando yo era muy pequeña, no tenía más de diez años y él ya estaba en sus cuarenta. Mamá me decía que era un hombre en el cual podía confiar porque ella también lo había conocido a mi edad y resultó haberla ayudado en cualquier problema en el que se metía y, si yo era problemática, mamá tenía mucha culpabilidad en sus genes.

Así que a Tommy siempre lo conocí como el hombrecito bajo de la entrada que siempre me salvaba de líos menores, pero al cumplir los catorce me metí en un gran problema en la escuela. Tenía un serio enamoramiento con mi mejor amiga de ese entonces, como siempre, mis enamoramientos serios no funcionaban y la chica me dio un buen golpe en la nariz cuando intenté besarla. Tommy fue el único que supo lo que realmente pasó y, a mi pedido, ocultó mis problemas de orientación sexual para no causarme más líos de los que ya tenía.

Esa vez me dijo que podía pedirle ayuda en lo que fuese, solo debía golpear su puerta. La única vez que volví a hacerlo fue cuando tenía quince años y había escapado de la casa de mi familia materna. No tenía dinero, no tenía más familia, nada más que la promesa de aquel hombre bajito así que golpee la puerta de su casa y me recibió con su esposa. Por todo un año viví con ellos y todos mis años después estuvieron presentes en mi vida y siempre lo estarían.

Pero ahora ya no era el hombre bajito de la entrada; era el hombre bajito del cajón.

No había sido un buen fin de semana. Me enterraron un cuchillo en el estómago al saber lo que le pasó a Alba y luego lo giraron dentro de mí al saber de la muerte de Tommy. Ni siquiera me importaba mi propia salud al saber cómo las vidas de los demás se estaban derrumbando a mí alrededor y no podía con el sufrimiento de las personas a las que amaba.

Miré a Rosie alisando la falda de su vestido negro muchas veces frente al espejo, luego acomodaba su trenza plateada sobre su hombro sabiendo que en cosa de segundos caería hasta su pecho y así ella podría hacerlo de nuevo y distraer su mente en eso, no pensaría tanto en que el único y gran amor de su vida ya no estaba.

-Deja de llorar por mí, Natalia. -limpié rápidamente mis lágrimas y me giré a verla. Sonreía y rápidamente comenzó a arreglar mi vestido como arreglaba el de ella. -Nuestra boda, aparte de ser espontanea, fue muy diferente. Improvisamos los votos y jamás dijimos que la muerte nos separaría ¿Por qué habría de hacerlo?

-Porque ya lo hizo, Rosie. Tu estás aquí y el no. -fue inútil limpiar mis lágrimas hace un rato porque unas nuevas arruinaron mis mejillas, pero Rosie las limpió como si nada y, como era costumbre, acuné mi rostro contra su arrugada mano y solo negué con la cabeza. -No es justo.

Rosie soltó una risa y comenzó a trenzar mi cabello igual como el de ella.

-La muerte es lo único seguro que tenemos, cariño. Es justo que le llegue a todos, pero no es el fin del camino. -se afirmó en mis hombros y cerré los ojos. -La muerte no nos va a separar. Somos más que este cuerpo terrenal, por algo no puedes sostener el amor en tus manos o medir los sentimientos. Todo está adentro, incorpóreamente y eso lo hace inmortal. -sonreí y negué con la cabeza. Lentamente abrí los ojos y la vi sonriéndome como la primera vez que me vio y yo la vi. -Sigues siendo la caprichosa niña que cruzó esa puerta. La niña que ponía los ojos en blanco cuando se hablaba de amor y lo sufría como nadie más.

-Si sigo siendo esa niña deja de pensar en irte también. -Rosie bajó su mirada y puse mi mano en su hombro. -No puedes dejarme también. No puedo sufrir más.

Kitty's Bra (Parte II) - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora