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Volví a sentirme culpable de todo aquello. Yo escribí esa historia, y ahora el niño de la luna debía afrontarla, y yo no podía hacer nada para cambiar eso.

- No estés triste- me dijo - Tal vez no puedas cambiar mi historia, pero sí puedes cambiar la tuya. Tu destino no está escrito.

Entonces tuve la sensación de que el niño de la luna también había estado esa noche allí arriba esperándome, que él había puesto ese globo aerostático en la plaza, para que me subiese a él y me elevase hasta alcanzar su hamaca nocturna. Quería decirme algo importante.

El niño de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora