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La hice cambiar de posiciones, ahora ella estaba recostada y me miraba expectante, esperando con ansias mi actuar. No la hice esperar y ataqué sus labios, los cuales estaban ahora con doble grosor y un intenso color rojo. Abrió sus piernas permitiéndome acomodar entre ellas, con una de sus manos despeinaba mi pelo mientras que con la otra acariciaba mi mejilla, bajaba por mi cuello y volvía a subir por mi mejilla.

Baje con mis besos por su barbilla, recorriendo su mejilla llegando a su oído. -Yuri... -le susurré jugando con el lóbulo de su oreja. -Yuri no podemos hacer esto –le susurré nuevamente y le di un suave mordisco.

Me calló sin siquiera abrir los ojos –Tu sigue, si podemos... -me tomó de la barbilla para que retomara el camino a su boca. Decidí hacerla sufrir un poco, así que me dirigí a su cuello. La besaba con parsimonia, cosa que la hacía desesperar, comencé con besos húmedos, que conforme pasaban los segundos se hacían mayores, daba delicadas mordidas, ya que no quería dejarle marca alguna y cada vez que hincaba mis dientes sobre su piel, soltaba pequeños gemidos, a causa del placer que le proporcionaba. Bajé entre medio de sus pechos hasta que llegué a la parte baja del abdomen. Comencé a jugar con el borde de su ropa inferior, logrando que sus gemidos aumentaran, además de arrugar la sabana con sus manos. Encorvó su espalda y volvía a subir tomándola por ella. Abrió sus ojos y me miraba sin entender. -Estas ebria... -le dije mirándola. -Y yo... te...tengo novia -¡dios! Pero cuento me costaba decirle eso. Su miraba se volvió inexpresiva, no me decía absolutamente nada y era algo realmente molesto, ya que no sabía si estaba enfadada o si no le afectaba en absoluto.

-Discúlpame –le dije mientras delicadamente sacaba mis manos dejándola recostada en la cama. Besé por última vez esos preciosos labios y salí de la habitación.

Narra Yuri

Me desperté por la estúpida alarma del teléfono. Sin salir de las sabanas, estiré mi brazo para responder.

-¿Si? -contesté.

-Park... te recuerdo que estas castigada y ya van media hora de atraso –era el director.

-Hay no... -dije con fastidio.

-Tienes veinte minutos para llegar al instituto, si no, tendrás doble castigo –me dijo y seguido, colgó.

-¡Dios, mi cabeza! -miré hacia el techo tomando mis manos la cabeza, la cual sentía que de un momento a otro explotaría -¿Pero que hice ayer? -pensé al darme cuenta que estaba en ropa interior. Me puse de pie, pero unos terribles mareos me llegaron. Esperé hasta estabilizarme para ir a mi armario y sacar ropa. Mientras buscaba lo que me pondría, lo sucedido ayer invadía mi mente. Reí tontamente al recordarme bailando sobre la mesa.

Recordé a aquel chico del barman, todo fue su culpa. Cogí unos vaqueros y una sudadera. Me dirigí al baño para poder peinarme. Me puse enfrente del espejo para cogerme una coleta.

-¿Qué es eso? -pregunté en mi foro interno cuando vi un...¿moretón? En mi cuello.

Ladeé mi cabeza para ver mi cuello en el otro lado y logué ver otro. -Pero ¿qué?... -dije cuando los recuerdos volvieron a inundar mi memoria.

-¡Estuve a punto de hacerlo con Hangyul! -dije tapando mi rostro. -¡Es un idiota, estaba ebria! ¡Y además tiene novia! -dije indignada. Me sentía tan estúpida, y más porque no recordaba lo que había pasado, solo recordaba pequeñas escenas que llegaban a mi cabeza. Utilicé mi maquillaje para taparlos, pero era imposible, las marcas rojas aún se podían ver.

Cogí la mochila y salí de la habitación.

Bajando las escaleras, traté de hacer el menor ruido posible, ya que, por ningún motivo quería encontrarme a Hangyul. Llegué al piso de abajo, estaba por salir, cuando escuché su voz.

EL NIÑERO [X1-Lee Hangyul]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora