𝐆| 𝐸𝑙 𝑎𝑚𝑜𝑟, 𝑒𝑛 𝑑𝑒𝑓𝑖𝑛𝑖𝑡𝑖𝑣𝑎, 𝑙𝑙𝑒𝑔𝑎 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑚𝑜𝑚𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑚𝑒𝑛𝑜𝑠 𝑒𝑠𝑝𝑒𝑟𝑎𝑑𝑜.
Mitsuki era una pequeña híbrida desamparada, pero, tras ser acogida por aquel chico amable llamado Gohan, comprendió el verdadero signific...
|Las cosas buenas suceden cuando menos se esperan|
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Conforme los días fueron pasando, la felina se iba mostrando más tranquila ante la presencia de Gohan. Incluso iba esperarlo pacientemente en la entrada de la casa cada que la tarde se hacía presente, ansiando que llegara de donde sea que fuera todos los días. Ante sus ojos, era extraño que solo su amo se fuera tan temprano a algún lugar desconocido. Bostezó. Su nueva rutina era quedarse con la humana gritona en el lugar donde había muuucha comida, después ver cómo se iba el otro humano con el que no tenía mucho contacto y, finalmente, la copia pequeña de ese humano aparecía y jugaba con ella un buen rato. No sabía sus nombres ya que eran muy extraños, pero los identificaba por sus olores y forma de actuar. Todos eran distintos... y raros.
La híbrida comenzó a rascarse la oreja derecha, entre pensativa y aburrida. No había muchas cosas que hacer cuando su amo no estaba. Se seguía preguntando a dónde iba y por qué tardaba tanto en regresar. ¡Prácticamente se desaparecía todo el día ya que llegaba cuando no faltaba mucho para oscurecer! Le gustaba cuando hacía acto de presencia porque la dejaba acostarse en su cama por las noches, sumándole que su temperatura corporal era alta, por lo que dormía sin temor al frío. Ah, y también la mimaba hasta que se durmiera.
Nunca antes nadie había hecho algo así por ella...
Sus primeros meses de vida habían girado en torno a golpes, maltratos y falta de alimento, pero con esos humanos era totalmente diferente. La trataban bien y eso era sospechoso. ¿Acaso querían algo de ella? ¿Qué podía tener ella de interesante? ¿Qué provecho podían sacarle? Solo era una híbrida más en el mundo.
—Así que aquí estabas —oyó la voz de la mujer gritona, lo que ocasionó que saliera rápidamente de su escondite (debajo de la mesa), algo asustada.
A esa mujer le tenía miedo porque tenía un timbre de voz muy alto y, sobre todo, porque había visto en algunas ocasiones cómo regañaba al hombre que olía a verduras y que poseía un cabello extraño; ¡parecía una palmera!