Interrogatorio

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No supo en qué momento comenzó, pero sabía bien que su curiosidad debía ser saciada cuanto antes.

Y es que después del acoso del que Steve fue víctima en su empresa, el gusanito Indiana Stark Jones que tenía en su cabecita desde pequeño, hizo acto de aparición.

Fue así que inició todo. Hizo toda una lista mental sobre lo que quería saber de Steve y luego se puso manos a la obra.

Ya fuera durante la comida, el trayecto a sus labores, cuando estaban con Peter o por las noches, le preguntaba al rubio cosas como, sobre su antiguo trabajo, el porqué le caía tan bien a los niños, por qué decidió ir a la entrevista, su carrera y más.

Steve contestó absolutamente a todo. Así supo que le tenía cariño al restaurante por ser al que iba con su madre a comer club sandwich de pequeño, por eso cuando se enteró que el señor Callaghan necesitaba de un ayudante, no dudó ni por un momento en ir.  Le confesó que no tenía idea de dónde o porqué los niños le tenían tanta confianza o lo que fuera que vieran en él, pero que así era desde que recordaba.

Le dijo que de no ser pintor, sería soldado, pues en el fondo de su corazón, algo le decía que defender y pelear por su patria era lo más honorable que un hombre o una mujer podía hacer por su nación.

—¿Y tus padres?

Steve guardó silencio.

Las preguntas se habían intercalado entre los días de la semana, ya que ante la insistencia sobre saber de la vida del otro había sido tan notoria que tuvo que hacerlas un día sí, otro no, ante la mirada perspicaz de su mayordomo. Si Jarvis se había dado cuenta de sus intenciones, eso era una clara señal de que no estaba siendo nada discreto, a pesar de que el objetivo de su... cuestionario, no tenía ni la menor idea de lo que pasaba a su alrededor.

Pero ese día, la pregunta pasó a segundo término cuando las alarmas que monitoreaban a Peter, se encendieron y sonaron por los altavoces.

—Señor...— llamó Viernes.

—¿Qué pasa Viernes?— preguntó alarmado el castaño, sintiendo un peso nada agradable en el estómago.

—La temperatura del joven Peter se ha elevado, así como su respiración. Me parece que tiene fiebre.

Tony abrió los ojos asustado, volteó hacia Steve y echó a correr hacia la habitación de su pequeño.

Steve, unos pasos detrás de él, también subió las escaleras lo más rápido que pudo, hasta llegar a la cuna en donde el bebé se encontraba.

—Pe...Pete. Mi pequeño.— le habló Tony preocupado y con las manos temblorosas.

Tony colocó sus labios en la frente de su hijo y notó con horror que era verdad. Su niño tenía fiebre y una que crecía con cada segundo que pasaba.

—Ste... Steve.— le habló girándose hacia él.

—Sí, enseguida señor.

No hacía falta palabras. Sabía lo que se necesitaba, por lo que salió de la habitación y le pidió a la IA que le llamara al pediatra de Peter.

—¿Señor Stark? ¿Qué es lo que tiene su hijo?— preguntó el médico por el interlocutor.

—Aaah, no, no soy el señor Stark doctor, soy el cuidador de Peter, pero tiene fiebre, aún no sabemos cuántos grados pero...

—De acuerdo, voy para allá. Dígale al señor Stark que le ponga paños tibios al pequeño. No tardo mucho en llegar.

—Gracias.

Steve volvió al cuarto e informó del mensaje del pediatra. Tony asintió y le pasó a su hijo mientras él iba al baño y mojaba un paño.

Al poco rato, el timbre sonó. Steve bajó, recibió al doctor y lo guió hasta donde estaba Peter y su padre.

Más tarde, las indicaciones fueron relativamente fáciles. Peter había pescado un resfrío por los cambios bruscos de temperatura, pero eso tenía solución con sopa caliente, algo de leche, así como unas cuantas medicinas dadas antes de cada comida, sería suficiente, así como de no sacarlo sin estar bien abrigado al exterior.

Tony suspiró aliviado, al igual que Steve. Ambos despidieron al pediatra, éste les dijo que sabía el camino, por lo que no sé preocuparan de acompañarlo hasta la salida.

A eso de las 12 de la noche, cuando la temperatura de Peter bajó un poco y los monitores se estabilizaron, Steve le ofreció una taza de café al castaño.

Los dos sentados en el sofá largo de la sala, mantenían el silencio sin tener ganas de llenarlo con palabras.

Sin embargo, luego de pensarlo un poco, Steve habló.

—Mis padres, ellos...

Tony desvío la vista del punto muerto de dónde la tenía y se giró hacia el rubio.

—Steve... no tienes por qué contarme nada de tu vida privada, siento si mi pregunta te hizo sentir obligado a decir algo, pero no era ese mi propósito.

Steve negó. Luego de ver a Anthony tan preocupado por Peter y de no descansar hasta que éste estuvo mejor, sus recuerdos se removieron.

—Mi padre era soldado y murió en su labor. Después de eso, sólo fuimos mi madre y yo. Ella era enfermera, me cuidó y quiso todo lo que más pudo, pero lamentablemente enfermó de tifoidea y al ser de bajos recursos, su muerte fue inevitable. Quedé huérfano a los 17.

Tony bajó la mirada. Ahora lo entendía. Entendía el deseo oculto de Steve por ser soldado, era por su padre. Él quería hacerle honor no sólo a su patria, sino a la valentía y coraje que tuvo su progenitor ante el campo de batalla.

—Aunque no estuve solo nunca. Bucky, ¿lo recuerda?— Tony asintió.— él es mi mejor amigo, mi hermano. He pasado de todo junto a él. Sé que ambos daríamos la vida si fuese necesario por el otro.

De nueva cuenta, Tony asintió. Él haría lo mismo por Rhodey, Pepper o Bruce. Sus amigos, así como su familia, eran lo más preciado para él.

—Decidí convertirme en pintor por mis padres. Uno de mis memorias más preciadas, es ir al museo de arte de Brooklyn junto con ellos, cuando tenía 8 años. A mi padre le fascinó una pintura de un puerto, pero decía que le gustaba no sólo por la manera en que el pincel había recreado cada detalle del paisaje, sino porque fue ahí mismo dónde conoció a mi madre. Quiero...lograr eso. Que una persona evoque sus mejores recuerdos gracias al lienzo de un pintor.

Tony sonrió. Steve era único. Lo supo desde antes y ahora lo confirmaba.

El silencio volvió a llenar el espacio.

—Señor Star...k— aunque se había armado de valor, Steve casi claudicó en su aventura al ver la mirada ceñuda del moreno.

—Ya te he dicho que no me digas así Steve.

—Sí, lo siento. Anthony, ¿Puedo hacerte una pregunta?— cuestionó el rubio levantando ligeramente sus ojos hacia el otro. No podía llamarlo de la forma en que el genio quería. Al menos, no aún.

Tony asintió y Steve respiró profunda y lentamente.

—¿Qué pasó con su esposa? Con la madre de Peter.
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Espero que les guste el capítulo.

Y...

¡Por fin se ha formulado LA pregunta del millón!

Pronto sabrán si estaban en lo correcto o no con sus suposiciones.

Ciao

Starkforever

El sexy niñeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora