[ pocas veces el amor suele ser correspondido, pero hoy iba a ser la excepción. Hoy ibas a crecer, a enamorarte. ]
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—Will, ¿estás bien? — le preguntaste, pues se había quedado embobado mirándote. Aunque te resultaba gracioso ver su cara.
–Sí, estoy bien. Genial. Mejor que nunca. — dijo tras salir del pequeño trance. Ambos os mirasteis. Tú le sonreiste, y él, tímidamente, te respondió la sonrisa.
—Perfecto. Te toca. — él asintió y centró ahora su atención en la partida.
Ambos estabais en la casa de los Byers jugando Dragones y Mazmorras. Sólo vosotros dos. Lucas estaba ocupado, al igual que Mike y Dustin. Así que no pudieron ir para jugar con vosotros. Pero os daba igual; os lo estabais pasando bien de todas formas. Y estar sola con Will, era una de las cosas que más te gustaban. Y parecía que a él también. Los dos erais diferentes al resto. Ninguno tenía pareja, ni un amor platónico. Sólo os interesaba pasar tiempo con los chicos, sin pensar en tener una pareja. Pero el tiempo pasa, y las personas cambian, y ahora apenas pasabais tiempo todos juntos. Lucas y Max tienen su propia vida, a Mike y Once casi no se les ve el pelo, y Dustin con esa tal Suzie está irreconocible. Parecía que solo Will y tú erais los diferentes. Los que no estaban preparados para crecer. Pero, como dije anteriormente, las personas cambian; y Will ya no te miraba con los mismos ojos. Y, por mucho que te cueste admitir, tú tampoco a él. —Has perdido. — oíste decir a Will.
—¿Qué?
—Que has perdido.
—Mierda... — bufaste, agarrando tu personaje y tirándolo a la cama. —Últimamente esto se me da fatal. — él hizo una mueca algo apenado.
—¿Quieres dejarlo? — asentiste. —Vale. Voy a recoger. — comentó, para luego empezar a recoger el juego. Decidiste ayudarlo. Mientras tú recogías las piezas, él recogía el tablero. Ambos guardasteis todo en la caja, y Will lo guardó bajo su cama.
—Es duro, ¿verdad?
—¿El qué? - te miró.
—Los siento como desconocidos, ¿tú no? — Will se sentó en el borde de la cama, mirándote mientras hablabas. Tú te sentaste a su lado.
—Las personas cambian, Ana. — suspiraste. —Llegan nuevas a tu vida y... bueno, no sé porqué pero, los humanos tenemos la horrible manía a veces de reemplazar a amigos viejos, por amigos nuevos.
—¿Crees que nos han reemplazado?
—No. - se encogió de hombros. —No quiero pensar que lo han hecho, aunque así sea. — rió, intentando calmar el ambiente. Pero no había nada que calmar. Aquello era la realidad.
