O2: Supermercado

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— Unnie, por favooooor — volviste a pedir por décima vez en el día, volví a negar con la cabeza mientras aparcaba mi auto en el estacionamiento del supermercado. — ¿Por qué no?

— Te acabo de escuchar estornudar, bebé — respondí bajando de este para luego abrirte la puerta, cruzaste los brazos e hiciste un puchero arrugando tus cejas. — No te pongas así, princesa, prometo comprar lo que quieras menos eso.

Tus ojos se iluminaron y una gran sonrisa se instaló en tu rostro, supe que mi soborno había funcionado. Te colocaste tu mascarilla y bajaste de un salto, reí inevitablemente mientras tomaba tu mano.

Me tocaba comprar los víveres para la semana y hoy te habías ofrecido a acompañarme con mucho entusiasmo, al inicio no quise aceptar debido a tu querida mánager que no te deja estar conmigo. Sin embargo, no me quedó de otra al ver cómo me mirabas a los ojos con súplica.

— Trata de estar callada — te dije cerrando las puertas de mi auto con las llaves, asentiste efusivamente y te sonreí.

Te habías estado quedando en mi casa desde aquella madrugada en la que presentaste en la puerta principal, tenías un pequeño descanso de tus actividades y presentaciones y dijiste que querías estar conmigo todo el tiempo posible.

No podía estar más feliz.

Las puertas automáticas se abrieron, el supermercado no se veía tan lleno como en otros días, cosa que agradecí mucho ya que así no muchos podrían reconocerte. Caminamos hasta llegar a la zona de los carritos, saqué uno y empezamos a rondar el lugar con la lista en mi mano. Conforme íbamos andando, dabas pequeños saltitos de vez en cuando bajo la mirada curiosa de algunos presentes.

¿Acaso todos compartían mi fantasía de verte usando un traje de pingüino? ¿No? Púdranse.

— Iré por las manzanas — anuncié y asentiste agarrando el carrito mientras observabas la estantería de dulces.

Tomé una bolsa de plástico y me acerqué a la sección de alimentos frescos, el contenedor de manzanas estuvo frente a mí al poco tiempo. Conforme iba colocando las manzanas dentro de la bolsa para pesarlas no podía dejar de pensar en ti.

Vaya, en serio me estás afectando.

Era la primera vez que pensaba bastante en alguien que no fuera mi padre o yo, en serio, ninguna de mis parejas había tenido el privilegio de estar mucho tiempo rondando por mis pensamientos.

No sabía si eso era bueno, tenía miedo a que todo el daño que hice en el pasado se me regresara. Por favor, no contigo.

Todo menos tú.

— ¡Sooyoung! — escuché una voz delicada y algo familiar un poco lejos, volteé sin expresión alguna en busca de quien me había llamado.

Regresé mi vista hacia la bolsa de manzanas que se encontraba entre mis manos, volví a andar con algo de prisa hacia el lugar en donde había te había dejado. No me gusta dejarte mucho tiempo sola.

— ¡Hey! — vi como Kahei se plantaba en medio de mi camino con una pequeña sonrisa, haciéndome brincar del susto. La fulminé con la mirada, ella bien sabía que odio esa clase de bromas. — ¿No piensas saludar?

— ¿Qué quieres? — espeté volviendo a caminar, escuché como los pasos de la pelirosa me seguían.

— Nada, solo te vi a lo lejos y quise saludarte. No tienes por qué ser tan descortés — mascullo frunciendo el ceño, rodé los ojos.

— Lo siento, solo estoy algo ocupada ahora — dije con un poco de amabilidad falsa, en serio, este era el último momento para querer verla. — Jiwoo vino de visita y...

— ¿Kim Jiwoo? — preguntó con un poco de asombro y ¿tristeza?

¿Qué diablos le pasa ahora?

Oh, ya recordé, fuiste una de las muchas razones por las que ya no salía con Kahei. Eso y el hecho de que la había encontrado compartiendo saliva con Haseul, quien en ese entonces era nuestra jefa. Pero ella no tenía motivos para estar celosa, se suponía que habíamos quedado en buenos términos.

— Me tengo que ir, no tengo tiempo para escenas — dije volviendo a caminar ahora con más prisa que antes, Kahei ya no me seguía.

— ¡Saluda a la pequeña por mi parte! — escuché como ella me decía con pena cargada en su voz, diablos, siento lástima por Haseul.

Caminé tan metida en mis asuntos que no noté que te había empujado accidentalmente, tu pequeña queja me alertó. Me agaché a tu altura alarmada, tomé tu bonito rostro entre mis manos en busca de un rasguño. La mascarilla había desaparecido misteriosamente.

Tus ojos se hicieron dos líneas, estabas sonriéndome. Y yo te devolví el gesto. Sintiendo mi pecho más cálido que de costumbre.

— ¡Vamos por helado! ¿Sí? — preguntaste alargando la "sí" de manera infantil.

Reí asintiendo.

Reí asintiendo

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Respiren si creen que Chuu es una wawa de tres años 😔❤

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BABY。   ♯CHUUVESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora