VIII

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Jimin no sabía qué hacer. Un solo movimiento en falso y su hija volaría en miles de pedazos. No podía tocar los cables del chaleco; todo el torso de Yoon estaba cubierto de dinamita, y si ese botón dejaba de ser presionado, sería el fin.

—Papá, ¿los demás están bien? —preguntó Yoon, preocupada.

—Lo estarán —respondió Jimin, mordiendo su labio, intentando mantener la calma.

Había examinado el chaleco con detenimiento, pero no tenía ni la más mínima idea de cómo desactivarlo.

—Mierda… no sé cómo quitar esto —musitó, desesperado.

Sintió una presencia detrás de él. Un arma apuntaba directamente a su espalda.

—Date la vuelta —ordenó una voz firme.

Jimin obedeció, colocando a Yoon detrás de él para protegerla.

—¿Tú le pusiste eso a la niña? —frunció el ceño el hombre.

—Es mi hija —respondió Jimin con voz quebrada—. No sé cómo desactivar el chaleco.

La impotencia lo invadía. No tenía armas, no tenía fuerzas… estaba vacío, sin nada.

—¿Y ellos de allá atrás? —preguntó el hombre, apuntando hacia los chicos que ya estaban conscientes pero heridos.

—Mis… amigos y mi… esposo —dijo Jimin con dificultad.

—No sé si creerte —replicó el hombre, con una mirada difícil de descifrar.

A simple vista parecía un loco, pero en realidad solo quería distraerse un poco, escapar de la rutina opresiva que dominaba su vida.

—Ayúdame —rogó Jimin, mordiendo el labio—. No sé qué hacer para quitarle el chaleco.

—Ese chaleco es muy difícil de quitar —dijo el hombre, sonriendo débilmente—. Pero creo que puedo ayudarte.

—¿En serio? —preguntó Jimin, con una pequeña esperanza.

—Sí… además, ya no me queda mucho tiempo de vida. Tengo que hacer algo para irme en paz.

Sin saber qué más decir, Jimin se apartó un poco, dejando a Yoon a la vista del extraño. El hombre empezó a examinar el chaleco con cuidado. De su mochila sacó una cinta adhesiva y le pidió a Yoon que le entregara el botón con sumo cuidado.

Finalmente, sujetó el botón con la cinta, asegurándose de que siguiera presionado, y con eso, evitó que el chaleco explotara.

Con un cuchillo, el hombre comenzó a cortar con cuidado el chaleco.

—Tardaré bastante —advirtió.

—Los cables no deben… —intentó decir Jimin.

—No tocaré los cables, tranquilo —lo interrumpió—. Solo necesito paciencia.

Minutos después, pasos apresurados resonaron por todos lados.

—Creo que hay problemas —advirtió el hombre.

—¿Qué ocurre? —preguntó Jimin, nervioso.

—Vienen a matarnos, ¿qué más podría ser, niño?

—¿Niño? —frunció el ceño Jimin.

—Pareces uno —rió el hombre—. Tu cara parece la de un niño.

—Ya veo… —respondió Jimin, sin más.

Antes de que pudiera reaccionar, tres figuras con máscaras macabras y cubiertas de sangre aparecieron de la nada.

—Mierda… —susurró Jimin.

—J-Jimin —jadeó Jungkook, con una mueca de dolor.

—Kookie —corrió hacia él.

—T-toma la pistola —jadeó Jungkook.

Jimin intentó sostener el arma, pero sus manos temblaban, y su vista se nublaba por las lágrimas. Aun así, peleó con todo, enfrentándose a los tres atacantes y logrando salir victorioso.

—¿Estás bien? —preguntó el hombre.

—P-papá —llamó Yoon, asustada.

Al ver a Jimin, ella soltó un pequeño grito al notar las balas que le atravesaban el hombro y el brazo.

—Estoy… bien —respondió él, forzando una sonrisa.

—Ya casi terminamos —dijo el hombre—. Cuando logre dejar el chaleco en el suelo, tenemos que irnos rápido.

—¿Pero mis amigos y…?

—Los cargaremos —aseguró el hombre.

Finalmente, el hombre logró quitar el chaleco y lo dejó en el suelo con suma delicadeza. No había tiempo que perder.

—¡Vamos! —ordenó con urgencia.

Jimin corrió hacia sus amigos, el corazón a punto de estallarle. Cargó a Jungkook y a Taehyung como pudo, mientras el hombre recogía a Yoongi y a Namjoon. Pero al mirar el cuerpo de Hoseok... se detuvo.

—H-Hoseok... —susurró con la voz quebrada.

Estaba tendido en el suelo, inmóvil, con los ojos entreabiertos y una expresión de paz extrañamente serena. Una mancha roja se extendía desde su pecho.

—Hobi… —lloró Jimin, soltando un sollozo—. No, por favor… no…

—Jimin, tenemos que irnos —dijo el hombre con firmeza, aunque su voz también se suavizó.

—¡No puedo dejarlo! ¡Es Hoseok, por Dios!

Jungkook, aunque herido, extendió una mano temblorosa hacia él.

—Hobi… siempre nos hizo reír… siempre creyó en nosotros… —dijo con lágrimas en los ojos.

Yoon, temblando aún por el miedo, lloraba abrazando a Jimin.

—¿Está... ?

Jimin no pudo responder. Solo la abrazó con fuerza, apretando los dientes para no romperse por completo. Taehyung, desde su herida, gimió de dolor pero también de tristeza.

—Lo siento, Hobi… —murmuró Namjoon, apretando los dientes—. Tendrías que haber sido tú el que saliera de aquí bailando, como siempre…

Yoongi, con el rostro bañado en lágrimas, desvió la mirada al cielo sin decir palabra. Todos lloraban. Todos sentían que algo dentro de ellos se había roto para siempre.

Jimin se inclinó una última vez, cerró suavemente los ojos de su amigo y susurró:

—Gracias… por todo, Hoseok. Espéranos donde estés… algún día te alcanzaremos.

Con el alma desgarrada, abandonaron la fábrica, dejando atrás no solo a un amigo, sino a un pedazo de su corazón.









Alegdbts-

48 horas para SobrevivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora