48 horas para Sobrevivir

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—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Yoon con un hilo de voz, aún nerviosa.

—Yamil —respondió la mujer con una sonrisa que no le llegó a los ojos—. Mucho gusto.

—Igualmente…

La joven parecía relajarse poco a poco, pero Yamil no dejaba de observar con atención cada rincón de la casa.

—¿Hay alguien más aquí? —preguntó, girando lentamente sobre sus talones, como si esperara una amenaza en cualquier esquina.

—Sí… pero nadie puede verte —respondió Yoon, sin pensar demasiado en sus palabras.

Yamil frunció el ceño y esbozó una sonrisa torcida.

—¿Por qué? —inquirió con una risa extraña—. No es como si fuéramos a matar a toda tu familia, ¿no?

La risa retumbó con un eco inquietante, dejando a Yoon sin palabras. En ese preciso momento, una voz firme rompió la tensión.

—¡Yoon! —gritó Jungkook desde el pasillo—. ¡Aléjate de ella!

La adolescente retrocedió un paso, sobresaltada.

—P-papá… —balbuceó, sin saber cómo reaccionar.

Yamil soltó una carcajada al reconocerlo.

—Tanto tiempo sin vernos, Nochu —dijo con malicia, como si saboreara cada sílaba.

Yoon parpadeó, confundida.

—¿Se… se conocen?

Jungkook asintió lentamente, con el rostro tenso.

—Es una larga historia…

—Tu papá y yo tuvimos un encuentro —añadió Yamil con una sonrisa venenosa—. ¿No te sientes mal por haber engañado a tu esposo, Jeon?

—¡Cállate! —rugió Jungkook, dando un paso al frente—. ¿Quién te abrió la maldita puerta?

—Tu querida hija —respondió ella, echando un brazo por encima de los hombros de Yoon como si fuesen viejas amigas.

—Papá, tú… —Yoon se quedó petrificada, sin comprender qué era lo más grave: lo que acababa de descubrir o la amenaza que sentía latir junto a ella.

Entonces, la tensión se quebró cuando una nueva voz se sumó al caos. Una voz fría, cargada de ira contenida.

—Suelta a mi hija.

Jimin apareció en el marco de la puerta, con una pistola en mano. El ceño fruncido y su mirada ardiente dejaban en claro que había escuchado cada palabra. Su corazón latía desbocado, no solo por el peligro, sino por la traición que acababa de descubrir.

Yamil levantó las manos con burla.

—De acuerdo… —dijo mientras soltaba a Yoon con aparente calma—. ¿Me vas a matar?

—Si no sales de esta casa, sí —contestó Jimin con los dientes apretados.

Yamil lo miró con admiración fingida.

—Veo que eres de carácter fuerte… me gustas. Bueno, es hora del show.

Entonces, todo se apagó.

Las luces se extinguieron de golpe, y la oscuridad llenó la casa como un manto denso. Y la voz de Yamil volvió a surgir, esta vez amplificada, resonando entre las paredes como un eco maldito.

—¡Feliz día de la depuración!

Durante unos segundos, el silencio fue absoluto. Nadie se movía. Nadie respiraba.