"... I had given upI didn't know who to trust
So I designed a shell
Kept me from heaven and hell
And I had hit a low
Was all I let myself know
Yeah I had locked my heart
I was imprisoned by dark ..."
Dressed in Black fragment by Sia
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Desperté con un intenso dolor de cabeza que me obligó a cerrar los ojos. Sentía que la luz que brillaba justo sobre mi rostro me traspasaba los globos oculares y el cráneo provocándome unas intensas náuseas.
Una vez que pude controlar el malestar, me revolví un poco buscando reconocer el sitio donde me hallaba, pero no pude reconocerlo. Sólo una habitación obscura en la que no podía distinguir mobiliario alguno, excepto las barras de la cama en que estaba. No era incómoda, sino por el contrario, el colchón era mullido y fue entonces que descubrí que el mantón que me cubría era suave y cálido, del tono más obscuro de negro que jamás viera. Era tan suave que tallé el costado de mi rostro contra el mantón y disfruté el contacto de terciopelo que ofrecía.
Descubrí también que no llevaba en absoluto las ropas con que había estado la última vez.
Un pantalón sencillo, igualmente suave, aunque más liviano y una especie de camisa del mismo material. No sabría describir de qué clase era, sin embargo, me sentía bastante cómoda. Asumí que era unas tallas más grande que lo que a mí me ajustaba, pero estaba bien. También eran ropas obscuras.
Intenté usar mi mente para descifrar todo aquello, buscando entonces explicación en algunos de mis recuerdos y de ser necesario usaría la Fuerza para saber qué pasaba y comunicarme con el maestro Skywalker; si era posible, dar alguna señal de que todo eso sucedía.
Intenté sin éxito un par de veces pero ni siquiera podía usarla para mover el mantón.
Una vez más.
Nada. No podía hacer uso de la Fuerza allí.
Me levanté de la cama y el suelo se sintió frío bajo mis pies. Tuve que detenerme de golpe.
Una vez que enfoqué la vista fuera de la cama, me di cuenta que estuvo todo el tiempo allí.
Mi captor me observaba fijamente y ni siquiera podía sentir su presencia.
Eso me desubicó totalmente. Nuevamente, no llevaba puesta la máscara. Ropas obscuras a juzgar por el hecho de que no se percibían en la penumbra, pero no las comunes túnicas por las que parecía sentir especial inclinación. Eran ropas cómodas, idénticas a las que yo usaba en ese momento.
Sentado en un sillón igualmente negro y mullido, con la piel de los brazos descubiertos relumbrando ligeramente, una vez que fui acercándome. Parecía que trabajaba fuertemente para mantener sus brazos del modo en que se veían, atléticos y dispuestos a ser usados para asesinarme.
Me horrorizó volver al pensamiento sobre la ropa. Llevaba sobre mí ropas de él.
¿Qué clase de juego enfermo era ése?
Su voz entonces retumbó en las paredes de la habitación con un extraño eco, casi acariciador. Se oía clara y firme, pero no me asustó.
- Sí, esas ropas me pertenecen, chatarrera, y decidí compartirlas contigo porque nadie entrena de otro modo aquí. Debes preguntarte algunas cosas, pero la más importante es "¿Porqué no puedo usar la fuerza aquí?" ¿No es cierto?