El aeródromo

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El sentimiento de júbilo le embargó, esbozando una sonrisa enorme al leer el cartel.

—Chicos, estamos llegando—les dijo a Steve y Tony—. Cada vez estamos más cerca.
—Aparca en el arcén—le dijo Tony, que no parecía contagiarse de la felicidad de su amigo—. Mi aeródromo está retirado, a las afueras. Conduciré yo.

Peter hizo a un lado el coche, deteniéndose. Los tres salieron a estirar las piernas y aprovecharon para vestirse.

—¿No es genial?—les dijo Peter mientras acababan de calzarse—. ¡Estamos aquí!
—No cantes victoria aún—le dijo Tony—. Tenemos que llegar al aeródromo y despegar sin complicaciones—Abrió la puerta del conductor—. No pienso celebrar nada hasta que no pise suelo español.

Mientras conducían, Steve, sentado junto a Tony, hizo la llamada de rigor a Banner para informarle que estaban camino al aeródromo.
Peter, en el asiento trasero, se acabó un paquete de patatas fritas de bolsa debido a las ansias, y se hidrató con una botella de agua pequeña.

Estaba tan emocionado e impaciente... No veía la hora de despegar y abandonar aquel país infectado.

Sabía que lo echaría de menos, tras toda una vida viviendo en Estados Unidos. Nunca había estado en España. ¡Ni siquiera sabía hablar español! Pero dicho país europeo se había convertido en su Tierra Prometida, la única esperanza de salvaguardar su vida.

 ¡Ni siquiera sabía hablar español! Pero dicho país europeo se había convertido en su Tierra Prometida, la única esperanza de salvaguardar su vida

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Se detuvieron ante las puertas del aeródromo. Unas enormes puertas de metal bloqueaban el acceso a un terreno de tres mil hectáreas, cuyos límites se delimitaban con unas vallas electrificadas.

—¿Era necesario electrificar la zona?—se burló Steve.
—Te recuerdo que vendo armamento de guerra, Rogers. Tenía muchos enemigos, y en el complejo guardo gran parte del arsenal que salía y entraba por aire.

Echó el freno de mano y bajó del coche.
Se acercó a una caja de comandos situada a la izquierda de las puertas, donde un escáner visual reconoció sus retinas, haciendo que se abrieran.

Regresó al vehículo y condujo a través de las largas pistas en dirección al complejo. Peter observó, a través de los cristales, una hilera de aviones aparcados, algunos más grandes que otros y todos llevando el sello de Industrias Stark.

Tony llevó el Peugeot hasta un parking interior, donde se encontraban varios furgones blindados y coches de alta gama.

—Veo que ibas bien servido de todo—se percató Peter.
—Soy multimillonario, Parker, por si no lo habías notado.

Cargaron cada uno con una mochila, llenándola de provisiones.

—Cogeremos un fusil cada uno—les indicó Stark—. No olvidéis las balas de recambio. Ya casi estamos.

Subieron hasta la primera planta en ascensor. Al abrirse las puertas se toparon con un enorme pasillo que les llevaba a través de las instalaciones del aeródromo.

Apocalypse (Starker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora