Mente fría

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La migraña de Eider patrocina este capítulo

Cuando Tony y Peter salieron del laboratorio y se dirigieron a la sala central, vieron a Steve, Natasha y Wanda entrar con gestos de preocupación en el rostro.
Apenas necesitaron unos segundos para darse cuenta de a qué venían sus muecas: Wanda tenía una fea herida en el brazo, cuya manga estaba desgarrada y sangraba.

Stark miró a Steve, palideciendo.

—Tony, la han herido con un cuchillo—le explicó—. No sabemos si está infectada.
—¡No podéis meterla aquí con la duda!—les gritó él, haciendo que Peter se encogiera del susto—. ¡Nos pondréis a todos en peligro!

Wanda permanecía de pie, en silencio. Natasha la sujetaba del brazo sano y miraba a Tony mientras apretaba los labios.

—¡No pienso abandonar a mi amiga ahí fuera!—la defendió—. ¡Hay nuevas incursiones de zombis procedentes de otras zonas!

Wanda se soltó de su amiga, mirando al suelo y suspirando. Su brazo seguía sangrando mientras ella se presionaba la herida con la otra mano.

—Natasha...—murmuró, lo suficientemente alto como para que todos la oyeran—. Escucha. Si empiezo a mostrar signos de contagio, por favor, mátame.
—No...—El rostro de Natasha se quebró al escuchar aquello—. No pienso abandonarte—La sujetó de los hombros e hizo que la mirase a los ojos—. Nunca. Te lo prometí, Wanda. ¡Nos lo prometimos!
—Prometimos protegernos—le dijo su amiga—. Si me convierto en zombie no habrá nada que proteger.
—Puedo hacer lo que pensamos en un principio.
—No, Nat. No funcionará. Es preferible morir.

Los demás permanecían callados, inclusive Tony, que observaba la conversación de brazos cruzados.
No le gustaba estar viviendo aquella situación. Odiaba tener que volverse frío con alguien como Wanda, a quien había cogido cariño con el paso de los días, pero la supervivencia consistía en no mirar por los demás cuando no podías hacer nada por ellos. Wanda era consciente de eso, aunque Natasha se negara a aceptarlo.

Sabía que era duro tener que cambiar tu actitud con alguien a quien estimas porque sabes que ya no es él, y no volverá a serlo jamás.
Y aunque no quería que Wanda estuviera allí con ellos, poniéndoles en peligro, Stark sabía que tendría que enfrentarse tanto a Natasha como a Steve si intentaba expulsarla del búnker.

Steve no dejaba de mirar a Tony con preocupación, leyéndole el pensamiento. Le conocía demasiado bien como para no saber lo que se le estaba pasando por la cabeza.
No quería pasar por lo mismo de nuevo. Sabía que Tony no dudaría en apretar el gatillo si la situación lo requería, cosa que él no pudo hacer en su día. Entendía que no hubo otro remedio, pero la decisión continuaba quemándole por dentro.

Natasha fue a por el botiquín y revisó la herida de Wanda. La piel se había abierto trazando una línea ligeramente curva, pero no lo suficientemente grave como para requerir puntos de sutura.
Se colocó unos guantes, sujetó una gasa y la empapó en agua oxigenada para desinfectar.
Una vez acabó, vendó la herida para evitar un posible contagio a los demás y la llevó al baño para limpiarle los restos de sangre.

Steve, Tony y Peter esperaron sentados en los sillones, cada uno sumido en sus pensamientos mientras mantenían la cabeza gacha.

Al regresar, descubrieron que algo no iba bien.

Wanda, sujeta por su amiga mientras caminaban, comenzaba a experimentar convulsiones, a pesar de que parecía que continuaba siendo consciente de sí misma y de todo lo que acontecía a su alrededor.

—¿Qué le pasa?—preguntó Peter, que se levantó a la par que sus amigos.

Como respuesta, la boca de Wanda se abrió y emitió un sonido ininteligible, casi gutural, que les puso el vello de punta.
Las convulsiones se repetían, en series de tres por cada cinco segundos, y su garganta parecía crujir con cada sonido que expulsaba.

Apocalypse (Starker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora