La historia del Conde

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EL LIBRO QUE CONTABA HISTORIAS

Autora: Clumsykitty

Fandom: Marvel/AU

Parejas: Stony

Derechos: a respirar todavía es gratis

Advertencias: una historia grotesca con elementos de suspenso y algo de horror para estas fechas tenebrosas. Inspirado en "Historias de miedo para contar en la oscuridad" y "Warlock". Sufrimiento mil, como es costumbre.

Gracias por leerme.

***




II. La historia del Conde.

"Aquel que ha visto un espíritu ya no podría estar como si nunca lo hubiera visto." John Henry Newman.




Víspera de Todos los Santos, Florencia, Italia.

1672.




El Conde Stark volvía de su viaje, con los ojos cerrándosele de cansancio y agradeciendo que su armadura le sostuviera sobre la montura porque no tenía muchos ánimos de hacer un esfuerzo manteniéndose en equilibro con el cuerpo doliéndole. Se prometió solemnemente no volver a hacerle un favor a los regentes Médici así le fuera su reputación en ello, eso de salvarles el trasero de los soldados de Roma no era precisamente algo que le provocara complacencia como lo hacía trabajar en su taller por horas sino es que días. Todo fuese por esa hermandad entre todos los comerciantes que estaban librando una batalla por el conocimiento de la humanidad frente a la ceguera de la religión. Lo único bueno de todo aquello era, como siempre, los botines de guerra. Entre las monedas de oro, los caballos, las armas que reconstruiría los próximos meses y claro esa parada en el burdel para recibir el calor de una mujer hacía que el viaje fuese meritorio.

Conte, il palazzo.

Antonio agradeció la vista de su hogar sobre la colina, rodeado de un pequeño bosque y la villa de sus trabajadores. La cabeza le mataba, desde hacía un par de años que grandes esfuerzos traían como una sola consecuencia ese martilleo dentro de su cabeza que a veces le hacía pasar días en la cama. Sus médicos no estaban seguros de la razón para tal padecimiento cuando su salud estaba tan firme cual toro semental. Su Maestre Jarvis decía que era el producto de tantas rabietas acumuladas tanto por los conflictos con Roma como sus empeños perfeccionistas incesantes dentro de su taller. Como fuese, el conde de buena gana hubiera pagado una suma considerable al curandero que le hubiera quitado esa agonía pasajero más no temporal. Porque además esos dolores de cabeza solían traerle pesadillas nada graciosas ni entendibles para el caso.

—Rodes, mi libro.

—¿Qué tanto veis en un libro en blanco?

—La utilidad que le daré.

En el campo de batalla, cuando su espada había atravesado el último pecho católico romano, vio entre la maleza un pequeño bulto flotando en el pantanal que estaba cerca. Se trataba de las pertenencias de algún viajero rumbo a Tierra Santa, a juzgar por todo lo demás que no tuvo valor para él, salvo lo que fue esa bitácora de pastas forradas en piel negra con las esquinas decoradas con oro tachonado. Las hojas habían sido pintadas en rojo por las orillas más no había nada escrito, seguramente el viajero que lo había mandado a hacer para registrar su viaje ya era para esos momentos comida de gusanos. Antonio quedó prendado del libro que se llevó consigo de regreso a su castillo una vez que libraron la batalla. Mientras una femenina cabellera rubia y descompuesta dormía sobre su pecho sudoroso y desnudo había estado inspeccionando ese trofeo tan peculiar como atractivo, sin duda sería un buen libro de registro de sus inventos.

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