Naked

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Joaquín despertó con los rayos de sol golpeando directamente en su rostro gracias al gran ventanal que su habitación tenía. Su cuerpo desnudo estaba debajo de sus sábanas blancas extremadamente suaves haciendo a si piel sentirse realmente querida. A pesar de que sentía un poco de dolor en sus caderas gracias a lo ocurrido la noche anterior, estaba extremadamente feliz por haber sido partícipe de la muestra de amor más linda de todas. Emilio era el ser humano más perfecto en el planeta y no había manera en que alguien dijera lo contrario. El pequeño lo sabía, y la noche que pasaron fue prueba suficiente para entender que sí, el amor de su vida se sentía igual que él. Igual de enamorado.

Volteó con cuidado hacia el cuerpo también desnudo de su acompañante y sonrió al ver sus labios entreabiertos, sus pestañas acariciaban sus mejillas haciéndolo lucir angelical gracias a lo largas que estas eran. Sus mejillas justamente estaban levemente sonrojadas dándole el toque adorable que siempre tenía antes de despertar, su respiración le transmitía tranquilidad y no podía dejar de admirar al hermoso hombre que tenía a lado sólo para él. Jamás se cansaría de observarlo, pero sobre todo, jamás se cansaría de pensar en que esa personita estaba ahí entregándole todo su amor como siempre lo deseó.

Solo para él.

Se sentía como un sueño, uno realmente hermoso.

Los sueños sí se hacían realidad después de todo.

— Creo que una foto puede durar más. — dijo con voz ronca el rizado cuando capturó a su persona favorita mirándolo como si de una obra de arte se tratara. Una sonrisa ladina decoró su rostro y sin pensarlo tomó de la cintura delgada del menor para atraerlo hacia sí. Necesitaba sentirlo cerca. Piel con piel.

Joaquín se sonrojó y se asustó un tanto al sentir las manos frías hacer contacto con su piel cálida. Soltó un corto jadeo y el mayor rió bajito adorando cada pequeño detalle que mágicamente descubría acerca del menor.

— Lo siento, es que te veías muy bonito. — declaró ocultando su rostro en el espacio del cuello de su acompañante.

Estaba avergonzado de repente.

Emilio volvió a reír y lo levantó del mentón con cuidado para darle un suave beso en los labios cálidos del pequeño.

— Quién iba a pensar que también terminarías siendo un cursi. — se burló mientras acariciaba lentamente el cuerpo que tenía casi encima suyo. Después de haber obtenido todo de él no podía quitarle las manos de encima.

Joaquín era extremadamente adictivo.

— ¡No lo soy! — se defendió. Sus manitos fueron a parar al torso desnudo del mayor y lo observó desde arriba con ojos juguetones. — ¿Podemos por favor, por favor, quedarnos así toda la vida? — preguntó sabiendo perfectamente lo cursi que eso había sonado.

— Me encantaría, créeme. — sus manos bajaron directamente al trasero del menor para masajearlo a su antojo. — Tengo en mis manos todo lo que quiero, no tendría problemas con ello. — se encogió de hombros y rió al notar lo sonrojadas que estaban las mejillas ajenas. — Pero necesito hacer algo muy importante, así que creo que es hora de volver a casa. — golpeó con cuidado uno de los glúteos del menor haciendo que este se sobresaltara.

El pequeñó negó divertido.

— ¿Qué es eso tan importante? — cuestionó con el ceño fruncido. Dejó un suave beso en el torso del mayor y volvió su mirada hacia este.

— No señor, eso no lo sabrás hasta dentro de un tiempo. — se burló del pequeño.  Sonrió ampliamente y subió sus grandes manos nuevamente hasta las caderas del menor. — Anda, es hora de irnos. — animó intentando levantarse con cuidado llevándose consigo el cuerpo delgado.

Joaquín pesaba igual que una jodida pluma, no creía cómo es que ese niño podía ser tan liviano. Claro, tenía una figura malditamente preciosa, pero sí era un tanto muy delgado.

— ¿Qué?, ¡no! — chilló cuando ya se encontraba entre los brazos de Emilio siendo llevado hasta el cuarto de baño. — Bájame ahora, no te atrevas. — amenazó luciendo para nada intimidante.

— Eres como un gatito. — dijo queriendo que sonara como una burla, aunque en realidad era bastante cierto.

La mayoría del tiempo Joaquín lucía como un pequeño gatito precioso ante sus ojos.

Pequeño, indefenso y lleno de amor para dar.

— Basta. — se removió entre los fuertes brazos y logró salir de ellos, aunque se cayó duramente contra el suelo. — ¡Auch! — se quejó y comenzó a acariciar la parte afectada inmediatamente.

El estar completamente desnudo le restaba mucho puntos al intentar no sentir dolor.

Emilio se carcajeó pero lo ayudó a levantarse, no podía permitirse ver a su bebé adolorido gracias a él.

Bueno, por lo menos no de esa forma.

— Ven aquí, mi amor. — canturreó y lo acercó a su pecho para abrazarlo. Besó su cabeza y acarició su espalda con cariño. — Hay que irnos ya, esta habitación ya está harta de nosotros. — bromeó haciendo reír al menor quien se acurrucó más en los brazos del rizado.

Joaquín sonrió y saltó para que el mayor lo tomara en sus fuertes brazos. Quería tomar una ducha con él aunque eso significara otra cosa.

Emilio quería volver a casa lo más pronto posible porque de no ser así, la sorpresa que tenía esperándolos terminaría por arruinarse.

Alejandra, la mejor amiga de Joaquín, le había estado ayudando en todo el tiempo en que estuvo alejado de su pequeño. Ella le confesó las cosas que el menor le decía acerca de él. Le habló acerca de su enamoramiento y cómo este llegaba casi todos los días a trabajar con los ojitos tristes gracias a él. Ella estuvo cargando con la culpa y con el arrepentimiento como cuatro días después de haberle dicho todo, pero Emilio le dijo que no se preocupara porque había sido por el bien de ambos. A pesar de eso, la morena sentía que no estaba en lugar de haberlo hecho ya que no era su historia para andarla contando. El mayor le agradeció infinitas veces y le pidió ayuda para que por favor se encargara de preparar todo en el apartamento para la llegada de ambos. Ella aceptó encantada y lo tomó como una linda forma de disculparse con su amigo por haber abierto la boca.

Emilio no quería esperar más porque sabía que sus corazones ya habían esperado demasiado por muchos años.

Emilio quería gritarlo al mundo de una buena vez.

Emilio necesitaba que fuera suyo de una vez por todas y para siempre. Lo deseaba con toda su alma, con todas las fuerzas y con todo su corazón.

Emilio le pediría que fuera su novio y esperaba de verdad que el pequeño le diera el sí que tanta soñaba.

Y sí, era un tonto cursi por su bebé.

Jamás había hecho algo así por alguien en anteriores relaciones, pero con Joaquín sentía que era lo mínimo que merecía.

Joaquín feliz hacía automáticamente a Emilio feliz.

Those straight people with cliché vibes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora