Surprise

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— ¿Ya puedo ver? — preguntó impaciente.

Emilio lo tenía con los ojos vendados mientras se encaminaban hasta su apartamento. La sorpresa que había preparado para su propuesta estaba esperando detrás de la puerta que tenían enfrente. Lo único que tenían que hacer era abrirla y, de acuerdo con Alejandra, todo estaría más que listo.

— Sí, ya puedes quitarte la venda. — dijo emocionado.

Joaquín rió notando el nerviosismo en el aire y deshizo el nudo que la tela tenía mientras arrastraba el pedazo fuera de sus ojos.

Emilio le sonrió y abrió la puerta de golpe.

— ¡Sorpresa! — gritó feliz sin siquiera percatarse de lo que dentro del apartamento había. Él solo podía ver el rostro de su bebé, y claro, lo primero que vió fue cómo este se reía mientras cubría levemente su amplia sonrisa.

— Hola, Alejandra. — rió el menor al notar a la morena intentar exparcir pétalos de rosas rojas desesperadamente por encima de la mesa en la que se notaba unos deliciosos platillos con velitas aromáticas.

Todo el lugar estaba cubierto de cortinas negras logrando el efecto de noche, se veía increíblemente bonito. La luminosidad era tenue y eso le daba un cierto toque romántico.

Alejandra se asustó y dejó caer los tallos de las rosas sin pétalos en el suelo sin darse cuenta. Avanzó hasta los chicos para pedirles disculpas, pero como no tenía sus lentes puestos, estaba descalaza y además estaba medianamente oscuro, sólo logró que más espinas se incrustaran en las plantas de sus pies al pisarlas por equivocación.

— ¡Mierda! — chilló de dolor y los dos muchachos que estaban aún en la puerta se apresuraron para ayudarle. — ¡Duele! — se quejó y sintió un brazo envolverse alrededor de su cintura que se la llevó hasta uno de los sofás que estaban cerca. — ¡Ah! — lloriqueó cuando le tocó pisar otra espina.

— Enciende las luces, por favor. — pidió Joaquín mientras acomodaba a su amiga en el sofá para revisar su herida.

Emilio hizo lo que el pequeño le pidió y luego se acercó hasta ambos para intentar ayudar en lo que pudiera.

— Ven, muéstrame. — pidió Joaquín colocando una de sus piernas para que la morena colocara su pie. — Auch. — dijo notando lo varios pinchazos que tenía. Eran casi minúsculos puntitos con gotitas de sangre. — Necesitaré alcohol u alguna otra cosa, y algo de algodón. — la cara de Alejandra después de que el pequeño dijera aquello fue de terror. Estaba muy consciente de que eso ardería como el mismo infierno.

— ¡No! — dijo desesperada y bajó su pie de donde estaba. — ¡Ay! — se quejó una vez más. — Yo sólo quería disculparme por no tener todo listo. — estaba muy avergonzada porque le hizo una promesa al rizado, sin embargo, no la pudo cumplir.

Alejandra se quedó toda la noche y parte de la madrugada para decorar todo el lugar, quería que fuera perfecto y lo más importante de su misión era dejar el apartamento muchísimo antes de que la pareja llegara. Claramente no lo pudo lograr porque se quedó dormida en la sala cuando por fin pudo colocar los globos colgantes en el techo. No se dio cuenta de en qué momento el tiempo pasó tan rápido, pero cuando quiso continuar con la decoración, ya tenía como quince llamadas perdidas de Emilio y cuarenta mensajes diciéndole que ya estaban en camino. Fue en ese preciso instante en que la morena se levantó del suelo para buscar las rosas restantes y comenzar a quitarle los pétalos bruscamente hasta que Joaquín la encontró en medio de todo aquel desastre.

Ella era un completo desastre. 

— Ale, no te preocupes. — sonrió ladino el rizado. Quería que dejara de sentirse culpable porque sabía que era eso lo único que en ese momento rondaba por su mente. — Gracias por haber hecho todo esto. — señaló a su alrededor. — ¡Mira lo maravilloso que se ve! — dijo emocionado volviendo a observar todo con detalle.

Alejandra sonrió apenada y se asustó después por ver a su amigo con el ceño fruncido cortando pedacitos pequeños de algodón. No se enteró ni en qué momento se paró a buscar todo lo que tenía sobre su regazo.

— Ni creas que eso tocará mi pie. — se negó. Estaba un poco harta de sentir más dolor, además de que le asustaba.

Joaquín levantó una de sus cejas y colocó una de sus manos en su delgada cintura haciendo que la morena se sintiera retada.

— Ni creas que te dejaré así. Necesitamos desinfectat esto rápidamente. Quédate quieta. — dijo decidido y tomó uno de los pies afectados. — Emilio, ayúdame por favor. — pidió temeroso de que algo le ocurriera.

Sin pensarlo dos veces exparció el agua oxigenada por las heridas con los pedacitos de algodón y cuando terminó con ambos pies los vendó algo desprolijos, pero estaban completamente listos para que esten sanos dentro de un corto tiempo.

— Lamento haber arruinado todo. — volvió a decir con un puchero mientras descansaba sus pies en el regazo del pequeño. — Ahora estoy aquí siendo un mal tercio porque no podrás pedirle a Joaquín que sea tu novio correctamente, como debió haber sucedido. — se quejó de brazos cruzados. Estaba muy molesta con ella misma por ser tan inoportuna e irresponsable.

Emilio abrió los ojos sorprendido por la declaración de Alejandra y se golpeó la cabeza mentalmente.

— Sí, lo que sucede es que Joaquín no sabía nada. — habló entredientes haciendo reír al menor.

— ¡Es cierto! — dijo exaltada. — Dios mío, mátenme ya. — lloriqueó e intentó ponerse de pie para irse de una vez. Claramente no lo logró. — Lo siento mucho. — cubrió su rostro apenada. — Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento. — rogó.

Emilio relamió sus labios y sonrió avergonzado cuando Joaquín lo observó con sus bonitas cejas hacia arriba. Sabía perfectamente que quería una explicación, pero no creía que estaba completamente preparado para dársela.

— Son lo más lindo del mundo, lo juro. — dijo con una sonrisa de lado observando a sus dos personas favoritas. — Basta, dejen de avergonzarse. — rió bajito y zarandeó con cuidado uno de los pies de la morena. — Tú, gracias por todo. Eres la mejor amiga del planeta, de verdad. — declaró sincero. — Te adoro mucho. — comentó y chasqueó su lengua cuando la morena aún así no quería voltearse para mirarlo. — Y tú. — señaló a Emilio después. — Sí quiero ser tu novio. — lanzó haciendo que su rostro se sonrojara por completo.

Alejandra quizo llorar en ese momento. Después de todo, no lo había arruinado por completo.

Emilio también quizo llorar.

Those straight people with cliché vibes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora